Percival Bysshe Shelley
Escritor, ensayista, poeta
Field Place, Horsham - Reino Unido
04/08/1792 - 08/07/1822
ME LEVANTO DESDE SUEÑOS DE TI
I
Me levanto desde sueños de ti
En el primer dulce dormir de la noche
Cuando los vientos respiran suavemente
Y las estrellas relumbran brillantes:
Me levanto desde sueños de ti,
Y un espíritu en mis pies
Me ha llevado -¿quién sabe cómo?-
A la ventana de tu cuarto, amada.
II
Los aires vagabundos desmayan
Sobre lo oscuro la corriente silenciosa,
Los aromas de Champak caen
Como dulces pesares en un sueño,
La queja del ruiseñor
Muere sobre su corazón
Como yo sobre el tuyo
¡Oh, amada como tú lo eres!
III
¡Oh, elévame de la hierba!
¡Muero! ¡Desmayo! ¡Caigo!
Deja que tu amor en besos llueva
Sobre mis párpados y labios pálidos.
Mi mejilla es fría y blanca, ¡ay!
Mi corazón late alto y rápido;
¡Oh!, apriétalo contra el tuyo de nuevo
Donde al final se romperá.
COMO UNA DAMA AGONIZANTE
Como una dama agonizante, pálida y lánguida,
Que se tambalea hacia adelante, envuelta en un velo brumoso,
Fuera de su cámara, llevada por la locura
Y los débiles vagabundeos de su marchito cerebro,
La Luna se levantó en el Este oscuro,
Sólo una masa blanca e informe.
CUANDO LAS VOCES SUAVES MUEREN
Cuando las voces suaves mueren,
Su música vibra aún en la memoria,
Cuando las dulces violetas enferman,
Su aroma pervive dentro de los sentidos que ellas vivifican.
Las hojas de la rosa, cuando la rosa muere,
Se apilan en la cama del amante;
Y así en tus pensamientos, cuando tú te hayas ido,
El amor mismo seguirá durmiendo.
SU VOZ TEMBLÓ CUANDO NOS SEPARAMOS
Su voz tembló cuando nos separamos,
y aunque no supe que su corazón estaba roto
hasta mucho después, me fui sin atender
las palabras que entonces nos dijimos.
¡Sufrimiento, oh sufrimiento
este mundo es demasiado ancho para ti! "
EL ÚLTIMO BAILE
I
Soy residuo de hábitos prohibidos,
Del rito cruel, del horizonte escaso,
De las viejas costumbres, del ocaso,
De cultos hostigados y vencidos.
Memoria soy de todos los olvidos,
Aborto de la noche y del fracaso,
Camino que se pierde a cada paso,
Refugio de los ídolos caídos.
Soy ráfaga, perpetuo movimiento,
Rescate de tu cuerpo a la deriva,
Exilio de tu sangre y de tu aliento.
Soy sombra que te aguarda fiel, lasciva,
Serena en la quietud de tu aposento,
Soy tu amante celosa y posesiva.
II
Me llamas a tu lado, compañera,
Y bordas en la noche mi fracaso
Con letras de perfil turbio y escaso
Que dicen la verdad de mi quimera.
Me eximes de la duda y de la espera,
Me evitas la agonía en el ocaso,
Me obligas a beber el postrer vaso,
Me pides sumisión fiel y sincera.
III
A un paso del adiós definitivo,
Depongo entre sudor mis armas rotas,
Se cuentan a millares las derrotas
De mi cuerpo lacerado y fugitivo.
Sé que es tu último dardo y no lo esquivo,
La bestia que hay en mí se vierte en gotas
De estiércol que asimilas, y allí brotas
Con rostro vigilante y gesto altivo.
IV
No me asusta la noche que atravieso,
Ni el viejo corazón que ya no late,
Porque hoy sé que mi destino era el regreso.
Heridos por los años y el combate,
Mis labios se refugian en un beso, perpetuo
Como el sueño que me atrae.
En el círculo eterno no hay mitades:
Eterno es el morir que te libera del cuerpo,
Vanidad de vanidades.
V
Se deshace en ausencias el presente,
Y el voraz apetito de lo sido
Tolera algún desgarro en el olvido,
Cual demonio insidioso e indulgente.
He aprendido a ceñir olvido
Y sólo quiero seducir
A la noche que me abraza.
Till Death like sleep
Might steal on me.
ESTÁS PALIDA POR EL CANSANCIO
Estás pálida por el cansancio
De escalar inmensos cielos y mirar fijamente la tierra,
Errante y sin compañía
Entre estrellas que nacieron en distintas épocas,
Y siempre cambian, como un ojo triste,
¿Descubres así que ningún objeto merece tu constancia?
TIEMPO YA PASADO
Como el fantasma de un viejo amigo muerto
Es lejano pasado,
Un tono que huye ahora para siempre,
Una esperanza que ya es para siempre pasado,
Un amor tan dulce no podía durar,
Eran tiempos pasados.
Hubo dulces sueños en las noches
De un tiempo ya pasado
Y eran su tristeza o su encanto
Cada día una sombra lanzada hacia adelante
Que nos hizo desearlo y podría aún hacer durar
Esos tiempos ya pasados.
Hay pesar, casi remordimiento,
Para el tiempo ya pasado.
Es como a su pequeño niño
Un padre mira y cultiva al fin.
La Belleza es como el recuerdo
De un tiempo ya pasado.
INSONDABLE MAR, CUYAS OLAS DURAN AÑOS
¡Insondable mar!, cuyas olas duran años,
Océano del tiempo cuyas aguas de profunda pena
Son salobres como lágrimas humanas.
Tu inundada orilla, en tu marea y movimiento
Supera los límites de la mortalidad.
Y, enfermo de presa, aullando aún más fuerte,
La furia que llevas dentro hace naufragar buques en tu inhóspita orilla,
Traidor en la calma, y terrible en la tempestad,
¿Quién osará ponerse delante de ti,
Insondable mar?
A UNA ALONDRA
¡Sé bienvenido, jubiloso espíritu!
No fuiste nunca un pájaro,
tú, que desde los cielos o cerca de sus lindes,
el corazón derramas
en profusos acentos, con arte no pensado.
Alta, siempre más alta,
de la tierra te lanzas
como nube de fuego;
por el azul revuelas
y cantando, te ciernes y, cerniéndote, cantas.
En dorados relámpagos
del sol, ya trasmontado,
donde se encienden nubes,
flotas tú y te deslizas
como gozo sin cuerpo que empieza su carrera.
La tardecita pálida y purpúrea, en torno
de tu vuelo se funde:
como estrella del cielo,
al ser día, invisible
eres tú, pero escucho tu voz dulce y aguda,
fina como las flechas
de la esfera de plata,
cuya viva luz mengua
en la blanca alborada,
y ya, sin verla apenas, lejana la sentimos.
Todo el aire y la tierra
de tus trinos se colman:
así, en la noche pura,
desde una nube sola,
derrama luz la luna y se inundan los cielos.
No sabemos quién eres.
Ya ti más parecido
¿qué habrá? De la irisada nube no fluyen nunca
gotas tan radiantes,
como de tu presencia nos llueven melodías.
Así un poeta oculto
en luz de pensamientos,
que entona sus canciones,
hasta sentir el mundo
temores y esperanzas que no advirtiera nunca.
Así un alta doncella
en torre de un palacio,
que alivia pesadumbres
de amor secretamente, con música tan dulce
como el amor, fluyendo de su estancia.
Tal dorada luciérnaga
en valle de rocío,
que esparce, sin ser vista,
aéreos, sus fulgores,
entre flores y hierba que a los ojos la ocultan.
Cual rosa retirada
entre sus hojas verdes,
deshojada por brisas
tibias, hasta que sienten desmayo, por exceso
de aroma, sus ladrones de vuelo fatigado.
Al son de los chubascos
de primavera, en hierbas relucientes,
a flores despertadas por la lluvia,
a todo lo que hubiere
de alegre, claro y fresco, tu música aventaja.
Dinos, ave o espíritu,
tus dulces pensamientos:
nunca oí una alabanza
del amor o del vino,
que tan divino arrobo, ardiente, derramara.
Los coros de Himeneo,
los cantos de victoria,
junto a los tuyos fueran
ostentación vacía,
aquello en que se siente alguna falla oculta.
¿Qué objetos son la fuente
de tu feliz gorjeo?
¿Qué campos, ondas, montes?
¿Qué cielos o llanuras?
¿Qué amor de semejantes y qué ignorar de penas?
En tu alegría clara
no caben languideces;
la sombra de la angustia
nunca a ti se ha acercado;
amas y el triste hastío de amor nunca supiste.
En vigilia o dormida,
pensarás de la muerte
cosas más ciertas y hondas
que nosotros, mortales:
si no, ¿cómo brotara tu arroyo cristalino?
Miramos antes, luego;
lo que no es lloramos:
nuestra risa más clara
se mezcla con suspiros;
da los más dulces cantos nuestro pesar más triste.
Mas si hiciéramos burla
de orgullo y odio y miedo;
si hubiésemos nacido
para no llorar nunca,
no sé si llegaríamos tan cerca de tu gozo.
Mejor que todo verso
de sones deliciosos,
mejor que las preseas
de los libros, tu arte
será para el poeta, ¡tú, que al suelo escarneces!
Si un poco me dijeras
del gozo que tú sabes,
tal locura armoniosa
brotara de mis labios,
que, como yo te escucho, el mundo escucharía.
LA SERENATA INDIA
I
Me levanto desde sueños de ti
En el primer dulce dormir de la noche
Cuando los vientos respiran suave
Y las estrellas relumbran brillantes:
Me levanto desde sueños de ti,
Y un espíritu en mis pies
Me ha llevado -¿quién sabe cómo?-
A la ventana de tu cuarto, ¡Dulce!
II
Los aires vagabundos desmayan
Sobre lo oscuro, la corriente silenciosa-
Los aromas de Champak caen
Como dulces pensares en un sueño
La queja del ruiseñor
Muere sobre su corazón
Como yo sobre el tuyo
¡Oh, amado como tú lo eres!
III
¡Oh elévame de la hierba!
¡Muero!, ¡Desmayo! ¡Caigo!
Deja que tu amor en besos llueva
Sobre mis párpados y labios pálidos.
Mi mejilla es fría y blanca, ay!
Mi corazón late alto y rápido;
¡Oh! Apriétalo contra el tuyo de nuevo
donde al final se romperá.
SOY COMO UN ESPÍRITU QUE MORA
Soy como un espíritu que mora
en lo más hondo del corazón.
Siento sus sentimientos,
pienso sus pensamientos
y escucho las conversaciones más íntimas del alma,
la voz que sólo se oye en el rumor de la sangre,
cuando el vaivén de los latidos
se asemeja al sosegado oleaje del océano estival.
He desatado la melodía dorada
de su alma profunda y me he zambullido en ella
y, como el águila en medio de la bruma y la tormenta,
he dejado que mis alas se adornasen
con el fulgor de los rayos.
FILOSOFÍA DEL AMOR
Las fuentes se unen con el río
y los ríos con el Océano.
Los vientos celestes se mezclan
por siempre con calma emoción.
Nada es singular en el mundo:
todo por una ley divina
se encuentra y funde en un espíritu.
¿Por qué no el mío con el tuyo?
Las montañas besan el Cielo,
las olas se engarzan una a otra.
¿Qué flor sería perdonada
si menospreciase a su hermano?
La luz del sol ciñe a la tierra
y la luna besa a los mares:
¿para qué esta dulce tarea
si luego tú ya no me besas?
Percy Bysshe Shelley
EL ESPÍRITU DEL MUNDO
En lo hondo, muy lejos del borrascoso camino
que la carroza seguía, tranquilo como un infante en el sueño,
yacía majestuoso, el océano.
Su vasto espejo silente ofrecía a los ojos
luceros al declinar, ya muy pálidos,
la estela ardiente del carro
y la luz gris de cuando el día amanece,
tiñendo las nubes, a modo de leves vellones,
que entre sus pliegues al alba niña acunaban.
Parecía volar la carroza
a través de un abismo, de un cóncavo inmenso,
con un millón de constelaciones radiante, teñido
de colores sin fin
y ceñido de un semicírculo
que llameaba incesantes meteoros.
Al acercarse a su meta,
más veloces aún parecían las sombras aladas.
No se columbraba ya el mar; y la tierra
parecía una vasta esfera de sombra, flotando
en la negra sima del cielo,
con el orbe sin nubes del sol,
cuyos rayos de rápida luz
dividíanse, al paso, más veloz todavía, de aquella carroza
y caían, como en el mar los penachos de espuma
que lanzan las ondas hirvientes
ante la proa que avanza.
Y la encantada carroza su ruta seguía.
Orbe distante, la tierra era ya
el luminar más menudo que titila en los cielos,
y en tanto, en la senda del carro,
vastamente rodaban sistemas innúmeros
y orbes sin cuento esparcían,
siempre cambiante, su gloria.
¡Maravillosa visión! Eran curvos algunos, al modo de cuernos,
y como la luna en creciente de plata, pendían
en la bóveda oscura del cielo; esparcían
otros un rayo tenue y claro, así Héspero cuando en el mar
brilla aún el Poniente, apagándose; más allá se arrojaban
otros contra la noche, con colas de trémulo fuego,
como esferas que a la ruina, a la muerte caminan;
como luceros brillaban algunos, pero, al pasar la carroza,
palidecía toda otra luz...
Percy Bysshe Shelley
HIMNO A LA BELLEZA INTELECTUAL
I
La abrumadora sombra de algún poder nunca visto
Flota aún sin ser vista, entre nosotros, visitando
Este mundo variado con alas inconstantes
Como el viento de verano que se arrastra de flor a flor
Como rayos de Luna que llueven detrás de alguna montaña aguda,
Visita con mirada inconstante, asomando
A cada corazón y semblante humanos;
Como los tonos y armonías del ocaso,
Como nubes dispersas en la luz de las estrellas,
Como recuerdo de la música huida,
Como algo que por su gracia puede ser
Querido, y aún más querido por su misterio.
II
Espíritu de Belleza, que consagras
Con tus propios tonos todo sobre lo que brillas
Del pensamiento o la forma humana, ¿a dónde has ido?
¿Por qué traspasas y dejas nuestro estado,
Este oscuro y vasto valle de lágrimas, vacío y desolado?
Pregunta por qué no siempre la luz del Sol
Teje arco-iris sobre aquel río de montaña,
Por qué algo debe caer y desaparecer una vez desenvuelto,
Por qué el miedo y el sueño, y la muerte y el nacimiento
Arrojan sobre la luz del día de esta tierra
Tal penumbra? ¿Por qué el hombre tiene tal espectro
Para el amor y el odio, el desaliento y la esperanza?
III
Ninguna voz de mundo más sublime ha jamás
Dado a un sabio o a un poeta estas respuestas.
Así los nombres de demonio, espíritu, y cielo
Quedan como recuerdos de su vano intento,
Frágiles conjuros -cuyo encanto pronunciado puede no saber distinguir,
Entre todo lo que oímos y todo lo que vemos,
Duda, chance y mutabilidad.
Tu luz sola -como arrastrada sobre las montañas-,
O música enviada por el viento de la noche
A través de las cuerdas de un quieto instrumento,
O la luz de la Luna en una corriente de medianoche,
Da gracia y verdad al sueño inquieto de la vida.
IV
Amor, esperanza y estima propia: como nubes parten
Y vuelven, en préstamo fugaz.
Como si el hombre fuera inmortal y poderoso,
Si tú, desconocida e imponente como eres,
Apareces firme con tu gloriosa escolta;
Tú, mensajera de los sentimientos
Que crecen y decrecen en los ojos de los amantes;
Tú, que das alimento al pensamiento humano
Como la oscuridad a una llama que muere;
No te marches de aquí como llegó tu sombra,
No te marches, no vaya a ser que la tumba sea
Como la vida y el miedo, una oscura realidad.
V
Cuando aún de niño buscaba espíritus y logré
Entre muchos un lugar para escuchar, cueva y ruina
Y un bosque estelar, persiguiendo con pasos temerosos
Esperanzas de altas charlas con los muertos idos.
Llamé con los nombres envenenados con los que alimentan nuestra juventud;
No fui escuchado, no los vi
Mientras pensaba profundamente en el terreno
De la vida, en ese dulce momento en el que los vientos están captando
Todas las cosas vitales que despiertan para traer
Novedades de pájaros y pimpollos,
De pronto, tu sombra cayó sobre mí,
¡Grité, y apreté mis manos en éxtasis!
VI
Prometí que dedicaría mis poderes
A ti y a lo tuyo -¿no he cumplido el voto?-
Con el corazón palpitante y los ojos en lágrimas aún ahora
Llamo a los fantasmas de miles de horas
Cada cual desde sus tumbas sin voz: ellos, en jardines de ensueño
De estudioso celo o deleite de amor
Han observado conmigo la envidiosa noche,
Ellos saben que nunca el gozo alumbró mi frente
Sin unirse a la esperanza de que tú liberarías
A este mundo de su oscura esclavitud
De que tú, oh imponente Belleza
Darías cualquier cosa que estas palabras no puedan expresar.
VII
El día se torna más solemne y sereno.
Cuando pasa el mediodía hay una armonía
En otoño y un lustre en su cielo
Que a través del verano no es oído ni visto,
¡Como si no pudiera ser, como si no hubiese sido!
Así deja tu poder, como la verdad
De la naturaleza en mi pasiva juventud
Su calma -a uno que te adora a ti-
Y a toda forma que te contenga a ti,
A quien, bello espíritu, tus conjuros sí llevaron
A temerse a sí mismo y amar a toda la humanidad.
Reseña biográfica
Poeta inglés nacido en Field Place, Sussex, en 1792.
Estudió en Eton College y Oxford, gracias a que nació en el seno de una rica familia aristócrata.
Dueño de un temperamento independiente y rebelde, se inclinó desde joven por los temas metafísicos, tratando de encontrar una verdad que se ajustara al agnosticismo que siempre profesó. Por esta razón fue expulsado de Oxford en 1811, y desde entonces, alternó las investigaciones filosóficas con el ejercicio literario produciendo obras como "Himno a la belleza intelectual" y "Mont Blanc".
Después de sostener algunas aventuras amorosas, se casó en 1814 y se radicó en Italia donde produjo la parte más importante de su obra, representada especialmente por "La Reforma", "Prometeo liberado", "Oda al viento del Oeste", "Himno de Apolo" y "Adonais" entre otros.
Falleció en 1822.
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