Jorge Teillier Sandoval
Poeta
Lautaro - Chile
24/06/1935 - 22/04/1996
BAJO UN VIEJO TECHO
Esta noche duermo bajo un viejo techo,
Los ratones corren sobre él, como hace mucho tiempo,
Y el niño que hay en mí renace en mi sueño,
Aspira de nuevo el olor de los muebles de roble,
Y mira lleno de miedo hacia la ventana,
Pues sabe que ninguna estrella resucita.
Esa noche oí caer las nueces desde el nogal,
Escuché los consejos del reloj de péndulo,
Supe que el viento vuelca una copa del cielo,
Que las sombras se extienden
Y la tierra las bebe sin amarlas,
Pero el árbol de mi sueño sólo daba hojas verdes
Que maduraban en la mañana con el canto del gallo.
Esta noche duermo bajo un viejo techo,
Los ratones corren sobre él, como hace mucho tiempo,
Pero sé que no hay mañanas y no hay cantos de gallos,
Abro los ojos, para no ver reseco el árbol de mis sueños,
Y bajo él, la muerte que me tiende la mano.
BELLA DURMIENTE SIGLO XX
Elle avoit eu le temps de songer...
Charles Perrault
¿En qué soñaba la Bella Durmiente
En su sueño que duró cien años?
¿Soñaba con la música muda
De los polvorientos oboes,
O con el hervir de las ollas
Que las cocineras descuidaban?
¿Soñaba con los trabajos
De su hermana la primavera
Que sin esfuerzo le preparaba
El encaje de los duraznos
Para su boda interminable?
¿O con aquellos dedales de oro
Que ella olvidó entregarle
Para que la amaran las agujas?
Tal vez soñaba que era una cierva
Y que el cocinero piadoso
La hería para salvar a una nuera de una ogresa.
O soñaba que su hijo era el día
Y que la aurora era su hija
Y que su abuelo era el tiempo
Que pretendía devorarlos.
Tal vez soñaba con bosques
Donde no habrá ardillas ni lobos,
Ni príncipes que pierden su camino
Ni niños que crean en hadas.
Tal vez soñaba con los tiempos
Donde se preguntará qué es un pájaro
Y donde la Luna será sólo
Una moneda inservible.
Amigo, no preguntes nunca
En qué soñaba la Bella Durmiente,
Que este refrán te lo recuerde:
No hay mejor despertar que el sueño.
ANDENES
Te gusta llegar a la estación
Cuando el reloj de pared tictaquea,
Tictaquea en la oficina del jefe-estación.
Cuando la tarde cierra sus párpados
De viajera fatigada
Y los rieles ya se pierden
Bajo el hollín de la oscuridad.
Te gusta quedarte en la estación desierta
Cuando no puedes abolir la memoria,
Como las nubes de vapor
Los contornos de las locomotoras,
Y te gusta ver pasar el viento
Que silba como un vagabundo
Aburrido de caminar sobre los rieles.
Tictaqueo del reloj. Ves de nuevo
Los pueblos cuyos nombres nunca aprendiste,
El pueblo donde querías llegar
Como el niño el día de su cumpleaños
Y los viajes de vuelta de vacaciones
Cuando eras -para los parientes que te esperaban-
Sólo un alumno fracasado con olor a cerveza.
Tictaqueo del reloj. El jefe-estación
Juega un solitario. El reloj sigue diciendo
Que la noche es el único tren
Que puede llegar a este pueblo,
Y a ti te gusta estar inmóvil escuchándolo
Mientras el hollín de la oscuridad
Hace desaparecer los durmientes de la vía.
CUANDO EN LA TARDE APAREZCO EN LOS ESPEJOS
Cuando en la tarde aparezco en los espejos
Cuando yo y la tarde queríamos unirnos
Tristemente nos despedimos
Tristemente nos hablamos en el espejo que disuelve las imágenes
Quién soy entonces
Quizás por un momento
De verdad soy yo que me encuentro.
Quién soy yo sino nadie
Alguien que quisiera pasarse los días y los días
Como un solo domingo
Mirando los últimos reflejos del Sol en los vidrios
Mirando a un anciano que da de comer a las palomas
Y a los evangélicos que predican el fin del mundo.
Cuando en la tarde no soy nadie
Entonces las cosas me reconocen
Soy de nuevo pequeño
Soy quien debiera ser
Y la niebla borra la cara de los relojes en los campanarios.
EL LENGUAJE DEL CIELO
El cielo habla un lenguaje gris,
Y callan la grave voz del vino,
La leve voz del té.
Los espejos se fatigan
De repetir el nombre de las cosas.
No dicen nada. No dicen: "un visitante",
"Las moscas", "el libro sobre la mesa".
No dicen nada los espejos.
Canción cantada para que nadie la oiga
Es la esperanza de que esto cambie.
Niños que se acercan al ataúd del amigo muerto,
Paso de ratas frente a la estufa en silencio,
El halo de humo pobre que hace rey al tejado,
O todo lo que desaparece de pronto
Como el plateado salto del salmón sobre el río.
Una ráfaga apaga los ciruelos,
Dispersa las cenizas de sus follajes,
Arruga la vacía faz de las glicinas.
Todo lo que está aquí
Parece estar verdaderamente en otro lugar.
Los jóvenes no pueden volver a casa
Porque ningún padre los espera
Y el amor no tiene lecho donde yacer.
El reloj murmura que es preciso dormir,
Olvidar la luz de este día
Que no era sino la noche sonámbula,
Las manos de los pobres
A quienes no dimos nada.
"Hay que dormir", murmura el reloj.
Y el sueño es la paletada de tierra que lo acalla.
UN JINETE NOCTURNO EN EL PAISAJE
Siento correr por las venas del campo
Un jinete nocturno enmascarado.
La noche. También galopan en caballos robados
Los cuatreros arreando los vacunos.
Surgen los trenes. Las reses dormidas se levantan
Allá en los grandes galpones de madera.
Una sombra va saltando los cercos.
Esta fue una mañana campesina:
Relinchos, balidos, vacas de pródigas ubres,
Las ordeñadoras curvadas con el peso de los baldes.
Es la noche de nuevo. Mi abuelo se levanta
Rehecha su manera antigua,
Y observa, como ayer, al trigo.
Debe andar mi abuelo por los campos recién abiertos
Hablando con los pinos, espantando gorriones.
El campo está solo, tembloroso. Y él lo mira.
El vino es un joven bonachón y alegre.
Sucede que quiere iluminar la noche
Y baja a las aldeas, envuelto en una manta.
La mañana tiene olor a pan amasado.
La ropa recién lavada dice "adiós" en los patios.
Pero es de noche. Un fantasma penetra en la leñera.
Una casa se quiere esconder del cielo.
Un campesino mira hacia arriba:
Más allá de las nubes viene el granizo,
Bandolero blanco, asaltante de los huertos.
Y es la noche.
Va a penetrar al pueblo
Un jinete nocturno enmascarado.
OTOÑO SECRETO
Cuando las amadas palabras cotidianas
Pierden su sentido
Y no se puede nombrar ni el pan,
Ni el agua, ni la ventana,
Y la tristeza ha sido un anillo perdido bajo nieve,
Y el recuerdo una falsa esperanza de mendigo,
Y ha sido falso todo diálogo que no sea
Con nuestra desolada imagen,
Aún se miran las destrozadas estampas
En el libro del hermano menor,
Es bueno saludar los platos y el mantel puestos sobre la mesa,
Y ver que en el viejo armario conservan su alegría
El licor de guindas que preparó la abuela
Y las manzanas puestas a guardar.
Cuando la forma de los árboles
Ya no es sino el leve recuerdo de su forma,
Una mentira inventada por la turbia
Memoria del otoño,
Y los días tienen la confusión
Del desván a donde nadie sube
Y la cruel blancura de la eternidad
Hace que la luz huya de sí misma,
Algo nos recuerda la verdad
Que amamos antes de conocer:
Las ramas se quiebran levemente,
El palomar se llena de aleteos,
El granero sueña otra vez con el Sol,
Encendemos para la fiesta
Los pálidos candelabros del salón polvoriento
Y el silencio nos revela el secreto
Que no queríamos escuchar.
SIEMPRE VUELVE UN ROSTRO
Siempre vuelve un rostro, siempre
En el chubasco que cae repentino, en las
Islas de las nubes.
Silencioso se asoma un obscuro sol
En las ventanas. Tu hermana lo retiene
Un momento entre los dedos
Y luego las manos vacías recorren muros
Blancos con sus sombras.
Siempre por el patio asomas
A buscar el rostro de alguien.
Un chasquido se oye: es un chubasco
O un fantasma de un niño que vivió aquí hace tiempo
Y vuelve a escuchar cómo la madre lee a su hijo.
Un rayo de Sol ha quedado encerrado
En el rellano de la escalera
El sueño hace señas con su linterna,
El sueño nos despierta.
Y la voz de la hermana cruza entre las nubes
La hermana que no conocimos.
CUENTO SOBRE UNA RAMA DE MIRTO
Había una vez una muchacha
Que amaba dormir en el lecho de un río.
Y sin temor paseaba por el bosque
Porque llevaba en la mano
Una jaula con un grillo guardián.
Para esperarla yo me convertía
En la casa de madera de sus antepasados
Alzada a orillas de un brumoso lago.
Las puertas y las ventanas siempre estaban abiertas
Pero sólo nos visitaba su primo el porquerizo
Que nos traía de regalo
Perezosos gatos
Que a veces abrían sus ojos
Para que viéramos pasar por sus pupilas
Cortejos de bodas campesinas.
El sacerdote había muerto
Y todo ramo de mirto se marchitaba.
Teníamos tres hijas
Descalzas y silenciosas como la belladona.
Todas las mañanas recogían helechos
Y nos hablaron sólo para decirnos
Que un jinete las llevaría
A ciudades cuyos nombres nunca conoceríamos.
Pero nos revelaron el conjuro
Con el cual las abejas
Sabrían que éramos sus amos
Y el molino
Nos daría trigo
Sin permiso del viento.
Nosotros esperamos a nuestros hijos
Crueles y fascinantes
Como halcones en el puño del cazador.
SIN SEÑAL DE VIDA
¿Para qué dar señales de vida?
Apenas podría enviarte con el mozo
Un mensaje en una servilleta.
Aunque no estés aquí.
Aunque estés a años sombra de distancia
Te amo de repente
A las tres de la tarde,
La hora en que los locos
Sueñan con ser espantapájaros vestidos de marineros
Espantando nubes en los trigales.
No sé si recordarte
Es un acto de desesperación o elegancia
En un mundo donde al fin
El único sacramento ha llegado a ser el suicidio.
Tal vez habría que cambiar la palanca del cruce
Para que se descarrilen los trenes.
Hacer el amor
En el único hotel del pueblo
Para oír rechinar los molinos de agua
E interrumpir la siesta del teniente de carabineros
Y del oficial del Registro Civil.
Si caigo preso por ebriedad o toque de queda
Hazme señas de Sol con tu espejo de mano
Frente al cual te empolvas
Como mis compañeras de tiempo de Liceo.
Y no te entretengas
En enseñarle palabras feas a los choroyes.
Enséñales sólo a decir "papá" o "centro de madres".
Acuérdate que estamos en un tiempo donde se habla en voz baja,
Y sorber la sopa un día de banquete de gala
Significa soñar en voz alta.
Qué hermoso es el tiempo de la austeridad.
Las esposas cantan felices
Mientras zurcen el terno
Único del marido cesante.
Ya nunca más correrá sangre por las calles.
Los roedores están comiendo nuestro queso
En nombre de un futuro
Donde todas las cacerolas
Estarán rebosantes de sopa,
Y los camiones vacilarán bajo el peso del alba.
Aprende a portarte bien
En un país donde la delación será una virtud.
Aprende a viajar en globo
Y lanza por la borda todo tu lastre:
Los discos de Joan Baez, Bob Dylan, los Quilapayún,
Aprende de memoria los Quincheros y el 7º de Línea.
Olvida las enseñanzas del Nido de Chocolate, Garfield o el Grupo Arica,
Quema la autobiografía de Trotsky o la de Freud
O los 20 Poemas de amor en edición firmada y numerada por el autor.
Acuérdate que no me gustan las artesanías
Ni dormir en una carpa en la playa.
Y nunca te hubiese querido más
Que a los suplementos deportivos de los lunes.
Y no sigas pensando en los atardeceres, en los bosques.
En mi provincia prohibieron hasta el paso de los gitanos.
Y ahora
Voy a pedir otro jarrito de chicha con naranja
Y tú
Mejor enciérrate en un convento.
Estoy leyendo El Grito de Guerra del Ejército de Salvación.
Dicen que la sífilis de nuevo será incurable
Y que nuestros hijos pueden soñar en ser economistas o dictadores.
ESTACIÓN SUMERGIDA
Yo no estoy soñando, lo recuerdo, olvidé cómo se soñaba;
Quizás esto sea un mar, bien puede ser la tierra,
Encima el cielo deshaciendo su cabellera.
Esto no es un mar sin olas, es una lámina descolorida,
Un día muerto por dagas invernales, un día fusilado por lluvias.
De pronto lo rompen manotazos de campanas, tictaqueos de sombras,
Y se cierra como una cuchillada de trenes oxidados
Devorando las cerezas maduras del sol.
Propicio tiempo para levantar cruces de barro
En el pecho de mapuches asesinados, para los caballos crepusculares
Que se extravían en las acequias.
Ya lo sé, debo escaparme de los ahogados que flotan en los pozos,
Voy a beber grandes tragos de poemas silvestres
Veo desde el umbral al atardecer mordiendo plazas,
Aferrándose gelatinosamente a los tejados rotos,
Hasta caer junto a muchachas desfloradas en graneros solitarios
A las antiguas bodegas de la noche.
Pálidamente las horas se reúnen a jugar a las cartas
En torno a la mesa de los días,
Desconozco el tren que me dejó entre ellas,
Viéndolas alimentarse de cantos estrangulados,
Persiguiendo a mis amigos, arrastrándolos en el río del tedio.
Yo no sueño, todo cuanto veo es cierto, ellos pasan
Del brazo de mujeres desdentadas, riendo largamente.
Una ola invade mi habitación, recuerdo a mi vecina
Cantando hasta que el cielo le llenaba las manos de azul,
Yo no besé esas manos, yo tenía al viento cordillerano
Arañándome, y la muerte oculta tras viejas y profundas fotografías.
Aferrado a un puente de madera,
Inclinado sobre las venas turbias de la noche
Pasan botellas vacías, libros oxidados de relecturas,
El barrio de las prostitutas pobres
Donde cierro los labios por no decir mi nombre.
No es nada esto, sólo que a veces siento temor de saber quién soy verdaderamente.
Me gustaría despertar con los labios húmedos
Como después de los largos besos de las sabias primas,
Como si estuviese tomando café servido por mis hermanas.
Pero si abro los ojos también estaré sumergido,
Pues la lluvia hace girar su pausado gramófono,
Mientras hay un nevar de alas deshechas por los días,
Velorios humedecidos de vino, y esta mano helada en mi garganta,
Helada como parroquias y confesionarios que no se desprende,
Si la pudiese deshacer un brillar de días felices.
Ahora lo sé, he estado siempre despierto,
Mirando silenciosamente la estación sumergida
Donde los huesos de las nubes hilachean los árboles.
Alguien me debe esperar -quizás algunos muertos-
Pues voy hacia las chimeneas rústicas, los aserraderos vacíos,
Las grandes, prestigiosas casas de madera sureña venidas abajo
Como flores destrozadas por los duros dientes del olvido,
Y busco el sol en los huertos cuyos párpados lo esconden.
Todo me espera en la estación sumergida, nuevamente,
En la empapada de malezas, la crecida de sueños angustiados y torvos,
Mientras el tiempo detenido cierra sus pesados portones
Y confusamente respira en el mar del invierno.
CUANDO TODOS SE VAYAN
Cuando todos se vayan a otros planetas
Yo quedaré en la ciudad abandonada
Bebiendo un último vaso de cerveza,
Y luego volveré al pueblo donde siempre regreso
Como el borracho a la taberna
Y el niño a cabalgar
En el balancín roto.
Y en el pueblo no tendré nada que hacer,
Sino echarme luciérnagas a los bolsillos
O caminar a orillas de rieles oxidados
O sentarme en el roído mostrador de un almacén
Para hablar con antiguos compañeros de escuela.
Como una araña que recorre
Los mismos hilos de su red
Caminaré sin prisa por las calles
Invadidas de malezas
Mirando los palomares
Que se vienen abajo,
Hasta llegar a mi casa
Donde me encerraré a escuchar
Discos de un cantante de 1930
Sin cuidarme jamás de mirar
Los caminos infinitos
Trazados por los cohetes en el espacio.
Jorge Teillier
PEQUEÑA CONFESIÓN
Sí, es cierto, gasté mis codos en todos los mesones.
Me amaron las doncellas y preferí a las putas.
Tal vez nunca debiera haber dejado
El país de techos de zinc y cercos de madera.
En medio del camino de la vida
Vago por las afueras del pueblo
Y ni siquiera aquí se oyen las carretas
Cuya música he amado desde niño.
Desperté con ganas de hacer un testamento
-Ese deseo que le viene a todo el mundo-
Pero preferí mirar una pistola,
La única amiga que no nos abandona.
Todo lo que se diga de mí es verdadero
Y la verdad es que no me importa mucho.
Me importa soñar con caminos de barro
Y gastar mis codos en todos los mesones.
"Es mejor morir de vino que de tedio"
Sin pensar que pueda haber nuevas cosechas.
Da lo mismo que las amadas vayan de mano en mano
Cuando se gastan los codos en los mesones.
Tal vez nunca debí salir del pueblo
Donde cualquiera puede ser mi amigo.
Donde crecen mis iniciales grabadas
En el árbol de la tumba de mi hermana.
El aire de la mañana es siempre nuevo
Y lo saludo como un viejo conocido,
Pero aunque sea un boxeador golpeado
Voy a dar mis últimas peleas.
Y con el orgullo de siempre
Digo que las amadas pueden ir de mano en mano
Pues siempre fue mío el primer vino que ofrecieron
Y yo gasto mis codos en todos los mesones.
Como de costumbre volveré a la ciudad
Escuchando un perdido rechinar de carretas
Y soñaré techos de zinc y cercos de madera
Mientras gasto mis codos en todos los mesones.
Jorge Teillier
DESPEDIDA
Me despido de mi mano
Que pudo mostrar el paso del rayo
O la quietud de las piedras
Bajo las nieves de antaño.
Para que vuelvan a ser bosques y arenas
Me despido del papel blanco y de la tinta azul
De donde surgían los ríos perezosos,
Cerdos en las calles, molinos vacíos.
Me despido de los amigos
En quienes más he confiado:
Los conejos y las polillas,
Las nubes harapientas del verano,
Mi sombra que solía hablarme en voz baja.
Me despido de las virtudes y de las gracias del planeta:
Los fracasados, las cajas de música,
Los murciélagos que al atardecer se deshojan
De los bosques de casas de madera.
Me despido de los amigos silenciosos
A los que sólo les importa saber
Dónde se puede beber algo de vino,
Y para los cuales todos los días
No son sino un pretexto
Para entonar canciones pasadas de moda.
Me despido de una muchacha
Que sin preguntarme si la amaba o no la amaba
Caminó conmigo y se acostó conmigo
Cualquiera tarde de esas que se llenan
De humaredas de hojas quemándose en las acequias.
Me despido de una muchacha
Cuyo rostro suelo ver en sueños
Iluminado por la triste mirada
De trenes que parten bajo la lluvia.
Me despido de la memoria
Y me despido de la nostalgia
-La sal y el agua
De mis días sin objeto-.
Y me despido de estos poemas:
Palabras, palabras -un poco de aire
Movido por los labios- palabras
Para ocultar quizás lo único verdadero:
Que respiramos y dejamos de respirar.
Reseña biográfica
Poeta chileno nacido en Lautaro en 1935.
Estudió pedagogía en la Universidad de Chile.
Ejerció la docencia y el periodismo colaborando en importantes diarios y revistas de su país.
Formó parte del grupo "Trilce" al lado de Enrique Lihn, Efraín Barquero y otros poetas muy vigentes de la época, cuyo objetivo era construir un gran país cultural. Sus inquietudes literarias lo llevaron a recorrer varios países de América y Europa. Fue galardonado con importantes premios entre los que se destacan el "Premio Gabriela Mistral" y "Premio Alerce".
Su poesía fue traducida a varios idiomas.
De su obra destacamos las siguientes publicaciones: Para ángeles y gorriones en 195, El árbol de la memoria en 1961, Poemas del país de nunca jamás en 1963, Crónica del forastero en 1968, Cartas para reinas de otras primaveras en 1985, El molino y la higuera en 1993, y En el mudo corazón del bosque en 1997, publicación póstuma.
Falleció en Viña del Mar en 1996.
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