Jorge Debravo





Jorge Delio Bravo

Escritor, educador, político




Turrialba - Costa Rica
31/01/1938 - 04/08/1967





AUNQUE HUNDAMOS A PUÑOS LA TRISTEZA




Aunque hundamos a puños la tristeza
Y cerremos con besos cada herida
El amor nos rebosa en la cabeza
Como un agua fatal, enardecida.

Escondidos detrás de las persianas,
Ocultos tras las cárceles del pecho,
El amor nos golpea las ventanas
Lo mismo que si estamos en el lecho.

El amor no termina ni en la nada.
Nos lo entrega el descanso, nos lo entrega
El trabajo y lo que anda y lo que rueda.

Y aunque se nutre de mujer amada,
Con mujer o sin ella el amor llega,
Y si la mujer pasa, el amor queda.





DESVESTIDO




La noche, deseosa, apenumbrada,
Te quitó sin pensar las zapatillas.
Y -por sentirse blanca y alumbrada-
Desnudó blancamente tus rodillas.

Luego -por diversión, sin decir nada-
La noche se llevó tu blusa larga
Y te arrancó la falda ensimismada
Como una cosa tímida y amarga.

Después te colocaste travesura:
Desnudaste tus pechos por ternura
Y -hablando de un amor vago, inconexo-

Porque sí y porque no, a medio reproche,
Desnudaste también, entre la noche
La noche pequeñita de tu sexo.





PEQUEÑO ELOGIO DE TU OLOR




De tierra fresca eres: en la noche
Me hueles a terreno trabajado.
Tu olor de tierra en celo se me acerca
Y me navega el cuerpo como un barco.
Olor a entraña viva, a tierra joven
Cruzada de raíces como brazos.

Conozco bien tu olor. Lo reconozco
Como casa que yo siempre habitara.
Palpo tu olor lo mismo que una fruta
Y sé de que regiones se te escapa.
Huelen a tierra húmeda tus ojos.
Huelen a tierra fresca tus espaldas.
Huelen a tierra negra tus cabellos.
A tierra sembradía huele tu alma.
A tierra fertilísima tu vientre.
Tu boca a tierra de caverna cálida.
A tierra florecida tus dos pechos.
Huele tu pubis como tierra arada.

Por tu olor voy a ti y eres entonces
Mi tierra más cercana y más querida.
Te siembro la semilla de mi beso,
La semilla infantil de mi alegría
Y juntos somos una yunta alegre:
La tierra fresca tú. La tierra viva;
Yo el sembrador que siembra entusiasmado
Y acaba él mismo haciéndose semilla.





CREDO




No acostumbro a decir amo, te amo,
Sino cuando el amor me inunda todo
Desde los ojos hasta los zapatos.
Mi cuerpo es una sola verdad y cada músculo
Resume una experiencia de entusiasmo.

Una vez dije: ¡sufro! Y era que el sufrimiento
Agitaba a mi lado sus cascos de caballo.

Y siempre digo: espero. Porque a mí me podrían
Arrancar el recuerdo como un brazo,
Pero no la esperanza que es de hueso
Y cuando me la arranquen dejaré de ser esto
Que te estrecha las manos.

Creo en todos los frutos que tienen jugo dulce,
Y creo que no hay frutos que tengan jugo amargo.
No es culpa de los frutos si tenemos
El paladar angosto y limitado.

Creo en el corazón del hombre, creo
Que es de pura caricia a pesar de las manos
Que a veces asesinan, sin saberlo,
Y manejan fusiles sanguinarios.

Creo en la libertad a pesar de los cepos,
A pesar de los campos alambrados.

Creo en la paz, amada, a pesar de las bombas
Y a pesar de los cascos.

Creo que los países serán un solo sitio
De amor para los hombres a pesar de los pactos,
A pesar de los límites, los cónsules,
A pesar de los libres que se dan por esclavos.

Y creo en el amor, en este amor de acero
Que va fortaleciendo las piernas y los brazos,
Que trabaja en secreto,
A escondidas del odio y del escarnio,
Que debajo del traje se hace músculo,
Órgano, experiencia, nervio, ganglio,
A pesar del rencor que nos inunda
El corazón de funerales pájaros.

Yo creo en el amor más que en mis ojos
Y más que en el poder y el entusiasmo.





DESDE LA SOMBRA




Grande es la sombra.
Yo la siento enredada en las manos
Como una miel espesa.
Bajo la sombra no sabemos
Si el camino se marcha o si regresa.

¡Ah, qué suaves son tus labios!
El beso que acabamos de atrapar es tierno y majestuoso
Como un gran árbol con un follaje nuevo.

No me digas nada:
Yo te contaré que hay besos puros y torpes.
Algunos tan ligeros que casi no son besos.
Otros tan violentos
Que los labios se abren y florecen en sangre.

A veces me siento triste
Porque las piedras no tienen labios, ni besos, ni palabras.

¿Cómo sientes mis manos?
Las has estrechado con las tuyas
Y las has acercado a tus pechos.
Desnudos y tibios
Los he sentido aletear como pájaros vivos
Debajo de mis manos.

Para tenerte siempre
Cortaré todas las flores de corola grande
Y te haré con ellas un lecho.
Quemaré todos mis recuerdos, cuando llegue la noche,
Para que no te molesten las espinas.
Cuando te duermas -desnuda entre las flores-
Soñarás que te besa castamente un ángel o un dios.





ORACIÓN




Para este amor que entre ella y yo creamos,
Y entre los dos cuidamos y crecimos,
Y entre los dos también alimentamos,
Un poquito de sangre te pedimos.

Corre dulce y alegre por la acera
Y tiene el ojo lleno de entereza,
Pero puede caer un día cualquiera
Y quedar salpicado de tristeza.

Y se puede mojar en agua mala
Y se puede enfermar de pulmonía
Y se puede quedar en media sala
Con la muerte clavada en la alegría.

Nosotros no podríamos ser felices
Sin este amor de carne transparente:
Nos matarían las grandes cicatrices
Que nos puso el dolor sobre la frente.

Guárdanos este amor de ese siniestro
Mal de muerte que ronda almacigales
Para toda la vida. Padre nuestro
Y Padre de los buenos animales.





SILENCIOS




Muere un amor en mitad de la esperanza
Y un silencio sepulta su cadáver de pájaro.

Sangra una niña herida sobre un lecho lúbrico
Y un silencio se esconde entre los trapos.

Degüellan un muchacho en una patria
Y un silencio se oculta en sus zapatos.

Cogen la libertad, la escupen, la desangran,
Y un silencio terrible cierra los campanarios.

Alguien pone candados en los libros
Y un silencio se aprieta en los armarios.

Fusilan un patriota en un rincón oscuro
Y un silencio se fuga sobre los techos blancos.

Un millón de niñitos se nos muere de hambre
Y un silencio se duerme contemplándolos.





ESTE SITIO DE ANGUSTIA




Uno quisiera siempre tener su mano amiga,
Su buen pan compañero, su dulce café, su
Amigo inseparable para cada momento.
Quisiera no encontrar un solo fruto amargo,
Una casa sangrando, un niño abandonado,
Un anciano caído debajo del fracaso.

Pero a veces los días se ponen grises,
Nos miran con miradas enemigas,
Y se ríen de nosotros,
Se burlan de nosotros,
Nos enseñan cadáveres de jornaleros tristes,
De muchachas vencidas, de niños sin dinero.
Se mira uno las uñas, como haciéndose viejo,
Encoge las rodillas para no perecer,
Y nada, nada bueno agita las campanas,
Nada bueno florece en los hombros del mundo.

Entonces es que uno llama al apio y le dice,
Llama al rábano amargo y le dice también
Que esta corteza de hombre debe ser un castigo,
Un paisaje maldito donde el hombre no quiere,
No soporta vivir porque le sorben sangre,
Porque le chupan sangre hasta dejarlo ciego.





QUE DURO ESTAR PRENSADO SIN REMEDIO




Qué duro estar prensado sin remedio
Entre los muebles tristes de la pena,
Sacar de todas partes tedio y tedio
Como un innumerable mar de arena.

Qué duro ir por la vida haciendo sueños
Y encontrárselos todos en el suelo,
Andrajosos, sin alma, pedigüeños,
Como un largo telón de desconsuelo.

Y qué duro caer sobre una cama
Donde nadie nos mira ni nos ama,
Donde sólo la sábana se mueve.

Y qué duro pensar que no hay remedio,
Que aquí y allá no brota siempre el tedio
Como una nube gris que llueve y llueve.





YO NO SABRIA DECIRTE




Yo no sabría decirte por qué amo
A todos los niños muertos,
A todos los ancianos
Y a todos los enfermos.
Puede ser que mi alma sea tan blanda
Que me la curve el viento.
Puede ser que yo escuche
La soledad de los que están muriendo.

Yo amo simplemente, hermana mía,
Como si amar fuera mi oficio eterno.
En este mismo instante yo te amo.
Amo tu voz, tu amor, tu pelo,
Y sin embargo no sabría decirte
Por qué llevo tu rostro
Calado entre mis huesos.

Yo amo simplemente, hermana mía,
Como si amar fuera mi oficio eterno.





SALMO DE LAS MADERAS




Hay maderas oscuras y profundas
Como tus ojos y tus cabellos.
Porque tus ojos y tus cabellos son
Como maderas profundas y charoladas.

Hay maderas suaves y livianas
Como tu piel y tu alegría.
Porque tu piel y tu alegría son
Como maderas suaves y livianas.

Hay maderas recias y macizas
Como tus piernas y tus espaldas.
Porque tus piernas y tus espaldas son
Como maderas recias y macizas.

Hay maderas húmedas y rojas
Como la piel de tus labios y de tu lengua.
Porque la piel de tus labios y de tu lengua es
Como una madera roja y empapada de savia.

Hay maderas olorosas y vivas
Como el olor de tu cuerpo.
Porque el olor de tu cuerpo es
Como el olor de las maderas
Cortadas en los tiempos de lluvias.

Hay maderas que al ser trabajadas
Dan notas musicales y perfectas.
Tu amor es una nota musical y perfecta
Como el sonido que dan ciertas maderas
Cuando son trabajadas.

Hay maderas que se quejan en las noches de lluvia
Y en las tardes de tormenta.
Porque eres triste, y esto te embellece y purifica,
Te pareces a esas maderas que se quejan
En las noches de lluvia y en las tardes de tormenta.

Hay maderas que tienen un sabor y perfume
Tan propios que, cuando se las huele o se las besa,
Ya no son olvidadas nunca más en la vida.
Porque eres fatalmente inolvidable,
Te pareces a esas maderas que se recuerdan
Hasta la muerte cuando se las huele o se las besa.





TIERRA FRESCA Y MOJADA




Tierra fresca y mojada,
Tierra seca y ardiendo,
Te he de llevar amada,
Te he de llevar sufriendo.

Te he de llevar prendida
Con mecates y abrazos
Como un saco de vida
Apretado en los brazos.

Y nunca he de dejarte
Porque lloras o sudas,
Porque sabes negarte
O porque te desnudas.

Iremos paso a paso,
Te llevaré conmigo
Colgada de mi brazo
Como un dulce castigo.

Y aunque dudes o creas,
Aunque sangres o rías,
Irás entre poleas

Junto a mis alegrías,
Soñando que chispeas,
Soñando que te enfrías.







Jorge Debravo


YO QUIERO ESTAR DESNUDO

Yo quiero estar desnudo, Dios, mi boca
Se quiere desnudar como una loca,
Quitarse la palabra que le has dado.
Mi corazón, mi vida, mi costado
Se quieren desnudar también de todo.

Se quieren arrancar el viejo modo
De caminar por esta tierra triste;
Ser como una mujer que se desviste
A pesar del calor, del miedo y todo.

Me quiero desnudar, Señor, del miedo
De no saber por qué me duele el dedo
Cuando pienso en la muerte sin motivo.
Yo quiero estar desnudo más que vivo,

Desnudo de rencor, de piel, de frente,
Tener un corazón desnudo y rudo.
Cuando la muerte venga de repente
Hallarme más desnudo que el desnudo.







Jorge Debravo


SALMO DESOLADO

¡Qué ganas de llorar sobre la cama!
¡Qué ganas de gritar sobre la almohada!
¡Qué ganas de sentir que tú me llamas
Como llama una niña abandonada!

¡Qué ganas de decirte en el oído
Que mi amor es un poco de agua hirviendo
Que hierve más y más hasta el gemido,
Que hierve hasta quedarse maldiciendo!

¡Qué ganas de decirte que te quiero
Con ojos de rencor o lagrimeados...
Qué ganas de tener un cancionero
Para cantarte todos los pecados!

¡Y qué ganas de ser viento errabundo
Para llegarte al cuerpo enamorado
Y meter las dos manos en el mundo
Hasta tocarte el borde del costado!





Reseña biográfica


Poeta costarricense oriundo de Turrialba, Cartago, en 1938.

Nacido en un hogar de muy pobres recursos, aprendió con la ayuda de su madre las primeras letras y gracias al producto de su trabajo en el campo cuando apenas era un niño, compró sus primeros libros.

A los 14 años recibió una beca para terminar su primaria en un pueblo cercano.
Estudió periodismo por correspondencia e historia de las religiones, y repasó constantemente sus libros favoritos de autores como Pablo Neruda, Amado Nervo, Miguel Hernández y Whitman.

Falleció en 1967 a los 29 años en un accidente de tránsito.

A pesar de su corta vida dejó una importante obra premiada póstumamente en su país con el Premio Nacional de Poesía.

Entre sus libros se destacan «Milagro abierto» en 1959, «Bestiecillas plásticas» en 1960, «Devocionario del amor sexual»
en 1963, «Nosotros los hombres» en 1966, «Canciones cotidianas» en 1967 y «Los despiertos» en 1972.



















(ver mas poetas)




(volver a inicio)




Visitas

free counters

Seguidores