John Donne





John Donne

Poeta, metafísico



Londres, Inglaterra - Reino Unido
1572 - 31/03/1631





CANCIÓN




Ve y atrapa una estrella errante,
Ve, ya fecundada, en busca de una raíz de mandrágora,
Dime, dónde están los años que se fueron,
O quién quebró las patas del diablo,
O enséñame a escuchar las canciones de las sirenas,
O evita que nos hiera la envidia,
Y encuentra
Qué viento
Ayuda a que prospere una mente honrada.
Si sabes tolerar las miradas extrañas,
Ver las cosas invisibles,
Cabalga diez mil días y sus noches,
Hasta que la edad convierta en blanca nieve tus cabellos,
Y, ya marchita, cuando vuelvas, me contarás
Todas las extrañas maravillas que te sucedieron,
Y jurarás
Que en parte alguna
Vive una mujer hermosa y fiel.
Si encontraras alguna, házmelo saber,
Dulce me sería ese peregrinar;
Pero no, yo no iría,
Aunque en la puerta contigua pudiéramos hallarla,
Aunque hasta el instante de hallarla ella haya permanecido fiel
Cuando estés escribiéndome tu carta,
No obstante ella,
Sería
Infiel, antes de que yo llegara, a dos, o tres.





LA SALIDA DEL SOL




Viejo estúpido y rebelde, atareado Sol,
¿Por qué en esa forma
A través de ventanas y cortinas nos visitas?
¿Deben apresurar tus movimientos las estaciones de los amantes?
Descarado, pedante miserable, ve y engaña
A los escolares rezagados, a los huraños principiantes,
Ve y diles a los cazadores de la Corte que el rey cabalgará,
Diles a las hormigas del campo que inicien su cosecha;
El amor, de todos modos, no sabe de estaciones, ni tampoco de clima,
Ni de horas, días o meses, esos andrajos del tiempo.
¿Tan fuertes y temidos imaginas tus rayos?
Yo podría eclipsarlos y nublarlos con un guiño,
Pero así perdería demasiado tiempo sin verlo:
Si sus ojos no han cegado los tuyos,
Mira, y mañana, al caer la tarde, dime,
Si las Indias de minas y de especias
Están en su justo sitio o yacen aquí, conmigo,
Pregunta por los reyes que ayer viste
Y habrás de escuchar: el universo yace aquí en un mismo lecho.
Ella es todos los estados y yo todos los príncipes,
Nada más existe.
Príncipes hay pero nos engañan; reflexiona sobre esto:
Todo honor es teatro, toda riqueza alquimia.
Tú, Sol, arte a medias, serías tan feliz como nosotros
Si en tal forma se redujera el mundo;
Tu edad pide reposo, y ya que tu deber es
Calentar el mundo, en nosotros ese deber lo cumples, nos calientas.
Brilla aquí por nosotros, y tu arte reinará en todas partes;
Este lecho es tu centro, estas paredes tu esfera.






EL CORAZÓN ROTO




Loco de remate está quien dice
haber estado una hora enamorado,
mas no es que amor así de pronto mengüe,
sino que puede a diez en menos plazo devorar.
¿Quién me creerá si juro haber
sufrido un año de esta plaga?
¿Quién no se reiría de mí si yo dijera
que vi arder todo un día la pólvora de un frasco?

¡Ay, qué insignificante el corazón,
si llega a caer en manos del amor!
Cualquier otro pesar deja sitio
a otros pesares, y para sí reclama sólo parte.
Vienen hasta nosotros,
pero a nosotros el Amor arrastra,
y, sin masticar, engulle.

Por él, como por bala encadenada,
tropas enteras mueren.
El es el esturión tirano;
nuestros corazones, la morralla.

Si así no fue,
¿qué le pasó a mi corazón cuando te vi?
Al aposento traje un corazón,
pero de él salí yo sin ninguno.
Si contigo hubiera ido, sé que a tu corazón
el mío habría enseñado a mostrar por mí más compasión.
Pero, ¡ay!, Amor, de un fuerte golpe
lo quebró cual vidrio.

Mas nada en nada puede convertirse,
ni lugar alguno puede del todo vaciarse,
así, pues, pienso que aún posee mi pecho
todos esos fragmentos, aunque no estén reunidos.
Y ahora, como los espejos rotos muestran
cientos de rostros más menudos,
así los añicos de mi corazón pueden sentir agrado,
deseo, adoración, pero después de tal amor,
de nuevo amar no pueden.





ALQUIMIA DE AMOR




Algunos que más hondo que yo en la mina del amor han excavado
dicen dónde se halla su céntrica felicidad.
Yo he amado, y poseído, y relatado,
mas, aunque hasta la ancianidad amara, poseyera y refiriera,
ese misterio escondido no habría de encontrarlo.
Todo, ¡ay!, es impostura.
Y como ningún alquimista obtuvo aún el elixir,
mas su marmita repleta glorifica
si por casualidad
algo odorífero o medicinal le sobreviene,
así un deleite pleno y prolongado sueñan los enamorados,
para obtener una noche de estío, de apariencia invernal.

Por esta vana sombra de burbuja ¿habremos de entregar
nuestro bienestar, esfuerzo, honor y vida?
¿En esto amor termina? ¿puede cualquiera
tan feliz ser como yo si soportar puede
la burla breve de una representación de novio?
Ese infeliz amante que asegura,
no es la médula del cuerpo; es de la mente,
lo que él en ella angelical encuentra,
igual jurar podría que escucha en el rudo,
crudo, griterío de ese día, las esferas.
No esperes hallar inteligencia en la mujer: a lo sumo,
dulzura e ingenio; momias , sólo, poseídas.





AMOR NEGATIVO




Nunca tanto me abatí como aquellos
que en un ojo, mejilla, labio, hacen presa;
Rara vez hasta aquellos que más no se remontan
que para admirar virtud o mente:
pues sentido e inteligencia pueden
conocer aquello que su fuego aviva.
Mi amor, aunque ignorante, es más audaz.
Fracase yo cuando suspire,
si he de saber qué desearé.

Si es simplemente lo perfecto
lo que expresarse no se puede
sino con negativos, así es mi amor.
Al todo que todos aman digo no.

Si quien descifrar puede
aquello que desconocemos, a nosotros, conocer puede,
enséñeme él esa nada. Este, por ahora,
mi alivio es y mi consuelo:
aun cuando no progreso, fallar no puedo.





CONSTANCIA DE MUJER




Un día entero me has amado.
Mañana, al marchar, ¿qué me dirás?
¿Adelantarás la fecha de algún voto recién hecho?
¿O dirás que ya
no somos los mismos que antes éramos?
¿O que de promesas hechas por temor reverente
del amor y su ira, cualquiera puede abjurar?
¿O que, como por la muerte se disuelven matrimonios verdaderos,
así los contratos de amantes, a imagen de los primeros,
atan sólo hasta que el sueño, imagen de la muerte, los desata?
¿O es que para justificar tus propios fines
por haber procurado falsedad y mudanza, tú
no conoces sino falsedad para llegar a la verdad?
Lunática vana, contra estos subterfugios podría yo
argumentar, ganando, si lo hiciera.
Pero me abstengo,
porque mañana puede que yo así también piense.





LOS BUENOS DÍAS




¿Qué hicimos, a fe mía, hasta el instante de amarnos?
¿Apenas habíamos empezado a vivir hasta entonces?
¿Absorbíamos puerilmente los placeres encendidos del campo?
¿O roncábamos en la cueva de los siete durmientes?
Así fue; pero eran fantasías todos esos placeres.
Siempre que descubría alguna belleza
Y la deseaba, eras tú a la que anhelaba en mis sueños.
Y ahora buenos días a nuestras almas que despiertan,
Que se observan una a otra no sin miedo;
Por amor todo amor sobre otras miradas prevalece,
Y construye un pequeño refugio en cualquier parte.
Que los descubridores de mares visiten nuevos mundos,
Que mundos sobre mundos a otros los mapas les enseñen,
Déjennos conquistar un mundo;
Cada uno posee el suyo, y es sólo uno.
Mi rostro en tus ojos, en los míos el tuyo,
En los rostros descansan los fieles corazones;
¿Dónde podríamos encontrar dos hemisferios tan perfectos
Sin el norte glacial, sin el agonizante ocaso?
Aquello que muere no está debidamente amalgamado;
Si son nuestros amores uno, o si nos amamos
Sin desmayo, de ningún modo moriremos.





SEDUCCIÓN




Ven a vivir conmigo, y sé mi amor,
y nuevos placeres probaremos
de doradas arenas, y arroyos cristalinos;
con sedales de seda, con anzuelos de plata.

Discurrirá entonces el río susurrante
más que por el sol, por tus ojos calentado,
y allí se quedarán los peces enamorados,
suplicando que a sí puedan revelarse.

Cuando tú en ese baño de vida nades,
los peces todos de todos los canales
hacia ti amorosamente nadarán,
más felices de alcanzarte, que tú a ellos.





EL MENSAJE




Devuélveme mis ojos largamente descarriados,
pues es ya mucho el tiempo que han estado sobre ti;
mas ya que tales males allí han aprendido,
tales conductas forzadas
y apasionamiento falso,
que por ti
nada bueno
pueden ver, quédatelos para siempre.

Devuélveme mi corazón inofensivo,
que pensamiento indigno no podría mancillarlo,
pero si el tuyo le enseñara
a burlarse
del amor;
a quebrantar
palabra y juramento,
quédatelo, porque mío no será.

Pero devuélveme mi corazón, mis ojos,
que pueda ver y conocer tu falsedad;
que pueda reírme y gozar
cuando te angusties,
cuando languidezcas
por aquel
que no querrá,
o, como tú ahora, falso sea.





LA PROHIBICIÓN




Guárdate de quererme.
Recuerda, al menos, que te lo prohibí.
No he de ir a reparar mi pródigo derroche
de aliento y sangre en tus llantos y suspiros,
siendo entonces para ti lo que tú has sido para mí.
Pues goce tan intenso consume al punto nuestra vida.
Así, a fin de que tu amor frustrarse no pueda por mi muerte,
si tú me amas, guárdate de quererme.

Guárdate de odiarme,
o de excesivo triunfo en la victoria.
No es que yo a mí mismo haga justicia,
y me resarza del odio con más odio,
pues tú el título perderás de conquistador
si yo, tu conquista, perezco por tu odio.
Así, a fin de que mi ser a ti en nada perjudique,
si tú me odias, guárdate de odiarme.

Mas ama y ódiame también.
Así ambos extremos la función de ninguno cumplirán.
Ámame para que pueda morir del modo placentero.
Ódiame, porque tu amor es excesivo para mí,
o deja que los dos mutuamente, y no a mí, se destruyan.
viviré entonces para apoyo y triunfo tuyo.
Así, para que tú a mí, a tu amor y odio no destruyas,
déjame vivir, pero ama y ódiame también.





USURA DE AMOR




Por cada hora que ahora me concedas,
te entregaré,
Dios usurero del Amor, a ti, veinte,
cuando a mis cabellos negros los grises sean iguales.
Hasta entonces, Amor, deja que mi cuerpo reine, y deja
que viaje, me quede, aproveche, intrigue, posea, olvide;
la del año anterior retorne, y piense que aún
no nos conocíamos.

Deja que imagine mía la misiva de cualquier rival,
y nueve horas después cumpla la promesa
de la media noche. En el camino tome
a doncella por señora, y a ésta le hable del retraso.
Deja que a ninguna ame, ni a la diversión siquiera.
Desde la hierba del campo hasta las confituras de la Corte
o fruslería de la urbe, deja que informes
a mi mente la transporten.

Esta oferta es buena. Si, cuando viejo, por ti
soy inflamado;
si tu honor, mi pudor o mi dolor
codicias, más a esa edad podrás ganar.
Haz tu voluntad entonces; entonces objeto y grado,
y frutos del amor. Amor, a ti someto.
Déjame hasta entonces. Lo acataré, aunque se trate
de una que me ame.





LA APARICIÓN




Cuando por tu despecho, ¡oh inmoladora!, esté muerto,
y libre te creas ya
de todos mis asedios,
vendrá entonces mi espectro hasta tu lecho
y a ti, vestal farsante, en peores brazos hallará.
Parpadeará entonces tu enfermiza llama,
y aquel, tu entonces dueño, fatigado ya,
si te mueves, o intentas despertarlo con pellizcos, pensará
que pides más,
y en sueño simulado te rehuirá,
y entonces, álamo tembloroso, menospreciada, abandonada,
te bañarás en gélido sudor de azogue,
espectro más real que el mío propio.
Lo que diré no he de decirlo ahora,
no vaya eso a protegerte. Desvanecido ya mi amor,
antes quisiera verte con dolor arrepentida
que, por mis amenazas, inocente.







John Donne


DEVOCIONES PARA OCASIONES EMERGENTES

¿Quién no echa una mirada al Sol cuando atardece?
¿Quién quita sus ojos del cometa cuando estalla?
¿Quién no presta oídos a una campana cuando por algún hecho tañe?
¿Quién puede desoír esa campana cuya música lo traslada fuera de este mundo?
Ningún hombre es una isla entera por sí mismo.
Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo.
Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida,
Como si fuera un promontorio o la casa de uno de tus amigos o la tuya propia.
Ninguna persona es una isla.
La muerte de cualquiera me afecta porque me encuentro unido a toda la humanidad;
Por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.







John Donne


EL TESTAMENTO

Antes que exhale mi último suspiro, deja, Amor,
que revele mi legado. Es mi voluntad legar
a Argos mis ojos, si mis ojos pueden ver.
Si están ciegos, Amor, a ti te los entrego;
A la Fama doy mi lengua; a embajadores, mis oídos;
a mujeres, o a la mar, mis lágrimas.
Tú, Amor, me has enseñado
al hacerme amar a aquella que a veinte más tenía,
que a nadie debía dar, sino a quien tenía demasiado.

Mi constancia entrego a los planetas;
mi verdad, a quienes viven en la Corte;
mi ingenuidad y franqueza
a los jesuitas; a los bufones, mi ensimismamiento;
mi silencio, a quien haya estado fuera;
mi dinero, al capuchino.
Tú, Amor, me has enseñado, al instarme a amar
allí donde amor no es recibido,
a dar sólo a quienes tienen incapacidad probada.

Mi fe entrego a los católicos;
mis buenas obras, todas, a los cismáticos
de Amsterdam; mis mejores modales,
mi cortesía, a la universidad;
mi modestia doy al soldado raso.
Compartan los jugadores mi paciencia.
Tú, Amor, me has enseñado, al hacerme amar
a aquella que dispar mi amor entiende,
a dar sólo a quienes tienen por indignos mis regalos.

Sea mi reputación para aquellos que fueron
mis amigos; mi industria, para mis enemigos.
A los escolásticos hago entrega de mis dudas;
de mi enfermedad, a los médicos, o al exceso;
a la naturaleza de todo lo que en rima tengo escrito,
y para mi acompañante sea mi ingenio.
Tú, Amor, cuando adorar me hiciste a aquella
que antes este amor en mí engendrara,
a hacer como si diera, me enseñaste, cuando restituyo sólo.

A aquel por quien tocan las campanas,
mi libro doy de medicina; mis pergaminos
de consejos morales sean para el manicomio;
mis medallas de bronce, para quienes tienen
escasez de pan; a quienes viajan entre
todo tipo de extranjeros doy mi lengua inglesa.
Tú, Amor, al hacer que amara a quien
considera su amistad justa porción
para jóvenes amantes, haces mis dones desproporcionados.

Así, pues, no daré más, sino que el mundo
destruiré al morir, pues el amor muere también.
Tu hermosura, toda, menos entonces valdrá
de lo que el oro en la mina, sin que haya quien lo extraiga
y de menos tus encantos, todos, te servirán,
de lo que puede un reloj de sol dentro de una tumba.
Tú, Amor, me has enseñado, al hacerme
amar a aquella que a ti y a mí desdeña,
a ingeniar esta manera de aniquilar a los tres.





Reseña biográfica

Poeta inglés nacido en Londres en 1572.
Perteneciente a una familia de profundas convicciones religiosas, recibió una educación orientada en principio por los Jesuitas, y a partir de los once años en Hertford College de Oxford y la Universidad de Cambridge, de donde se retiró sin obtener el grado por no renunciar a su condición de católico.
Después de viajar por España e Italia, regresó a su país, se convirtió a la religión anglicana, e inició desde 1602 una prolífica carrera literaria, que abarcó desde los temas satíricos referentes a la sociedad y la política inglesa, hasta los más bellos poemas de la lírica amorosa de la época.
Es considerado como un maestro de la metáfora, con obras tan importantes como "Satires" en 1600,"The Progresse of the Soule" en 1601, "Divine poems" en 1610, "An Anatomy of the World" en 1611 o "Devotion" en 1624.
Falleció en Londres en 1631.













(ver mas poetas)




(volver a inicio)



Visitas

free counters

Seguidores