Gonzalo Rojas





Gonzalo Rojas Pizarro

Poeta, escritor, diplomático



Lebu - Chile
20/12/1917





ALGO DE MÚSICA




Del cuerpo; se ha dicho que el cuerpo
De tanto arder va haciéndose traslúcido
En su barniz, y eso de las células
Cerebrales es más bien farsa
De acuerdo con el éter del tres mil,
Puede
¿Por qué no? De poder puede
Siempre que no sobre la madre
En esto de la preñez y todo se convierta en botella,
En copa o en botella es lo mismo, y la resurrección
Sea un vidrio distinto, de nueve meses venenosos.

Con otro cielo, claro está, y otra distribución
De lo umbilical donde la fiesta sea de uranio
Con arcángeles de uranio y rosas de uranio,
Una fiesta larga con además desnudas bellísimas
De uranio, a la velocidad
De la mortandad del uranio.

Y algo de música, siempre algo de música,
¿Por qué no? Con trompetas.





OSCURIDAD HERMOSA




Anoche te he tocado y te he sentido
Sin que mi mano huyera más allá de mi mano,
Sin que mi cuerpo huyera, ni mi oído:
De un modo casi humano te he sentido.

Palpitante,
No sé si como sangre o como nube errante,
Por mi casa, en puntillas, oscuridad que sube,
Oscuridad que baja, corriste centelleante.

Corriste por mi casa de madera
Sus ventanas abriste
Y te sentí latir la noche entera,
Hija de los abismos, silenciosa,
Guerrera, tan terrible, tan hermosa
Que todo cuanto existe,
Para mí, sin tu llama, no existiera.





¿QUÉ SE AMA CUANDO SE AMA?




¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios:
La luz terrible de la vida o la luz de la muerte?
¿Qué se busca, qué se halla, qué es eso?
¿Amor? ¿Quién es? ¿La mujer con su hondura, sus rosas, sus volcanes,
O este sol colorado que es mi sangre furiosa
Cuando entro en ella hasta las últimas raíces?

¿O todo es un gran juego, Dios mío, y no hay mujer
Ni hay hombre sino un solo cuerpo: el tuyo,
Repartido en estrellas de hermosura, en partículas fugaces
De eternidad visible?

Me muero en esto, oh Dios, en esta guerra
De ir y venir entre ellas por las calles, de no poder amar
Trescientas a la vez, porque estoy condenado siempre a una,
A esa una, a esa única que me diste en el viejo paraíso.





PAREJA ACOSTADA EN ESA CAMA CHICA LARGAMENTE REMOTA




I

Hablando de dioptrías, Mafalda era la ciega
Y yo el ciego, compartíamos
La misma música arterial,
Y cerebral, llorábamos de risa
Ante el espectáculo de los dos espejos, el dolor
Nos hace cínicos, este mundo
-Decíamos-, no es yámbico sino oceánico, por comparar
Farsa y frenesí: gozosa entonces mi desnuda me
Empujaba riente como jugando al límite
Del barranco casi fuera de la cama
Alta de Pekín, como apostando
A la peripecia de perder de
Dinastía en dinastía, cada vez
Más y más al borde del camastro
De palo milenario y por lo visto nupcial, cada vez
Más lejos del paraíso de su costado
De hembra larga de tobillo a pelo entre exceso
Y exceso de hermosura y todo ¡claro!, por amor
Y más amor, tigresa ella
En su fijeza de mirarme lúcida, fulgor
Contra fulgor, y yo
Dragón hasta la violación imantante, ¡diez
Minutos sin parar, espiándonos,
Líquidamente fijos, viéndonos por dentro
Como ven los ciegos, de veras, es decir
Nariz contra nariz, soplo contra soplo,
Para inventarnos otro Uno centelleante
Desde el mísero uno de individuo a individua, a tientas,
Costillas abajo! -El que más
Aguanta es el que sabe menos, pudiera acaso
Decir el Tao.

Este Mundo
-Repetíamos y acabamos sin más-,
No es yámbico sino oceánico. Otras veces
Llovía duro, lo que más llovía
Eran lágrimas.

Ma-fal-da, digo ahora entrecortado,
Y esto va en serio,
¿Qué habrá sido de Mafalda?

II

Pues de cuantas amé, amé a Mafalda,
¡Y que me despedacen las estrellas!, la amé
Volandera en la lluvia de la Diagonal, bufanda al viento,
De una concepción que yo no más me sé, la esperé
Ahí anclado y desollado hasta que volviera la Revelación
Cuya encarnación
Se da una sola vez, bajé al infierno
De la costumbre, a
Mis años de galeote en USA; bajé entre doctos
Y mercaderes, no hubo para mí en el plazo
Más que mi Beatrice Villa sin arcancielo, cumbre
Y cumbre hasta la asfixia,
Ni tersura paridora al itálico modo,
Ni otra ni otra, ni esbeltez comparable,
Ni olorosa a la velocidad de ser,
Ni pensamiento de diamante,
Ni exacta de exactitud de mujer, ¡Frida acaso
Que fue Diego hasta el fin!

III

Otros la amaron pero
Yo la vi,
Otros la amarán sin alcanzar nunca a verla,
Otros y otros dirán que la durmieron
Entre las sábanas del placer, nadadora y libertina
En el oleaje de las tormentas,
Madona de las siete Lunas dirán por despecho,
Cambiantes cada 28
8 de sus días terrestres,
Tornadiza y veloz, déjenla intacta como es,
Que escriba su bitácora de vuelo interminable para mí,
Que arda y arda en
Mi corazón, que dance su danza de danzar,
Libérrima!

IV

Y en cuanto a mí,
¿Cómo lo diría Matta?, consíguete una
Vida de 80 años porque la vida empieza a los 70,
Así al morir ya se sabe
Je m´en fous, Roberto: palabras perdedoras,
Puras palabras, vejeces de palabras malheridas.
No hubo tiempo entre nosotros,
Nunca hay tiempo ni distancia, todo es posible entre dos locos
Que se ven a cada instante.
Relámpago es lo que hubo esa vez de Concepción de Chile
Y nada más que relámpago,
Figura de lo instantáneo hubo de lo que pende
El mundo, y eso está escrito.
La amo, ¿y qué?
Soy el ciego que ama a su ciega.





EL FORNICIO




Te besaré en la punta de las pestañas y en los pezones,
Te turbulentamente besaré, mi vergonzosa,
En esos muslos de individua blanca,
Tocara esos pies para otro vuelo más aire
Que ese aire felino de tu fragancia,
Te dijera española mía, francesa mía,
Inglesa, ragazza, nórdica boreal,
Espuma de la diáspora del Génesis
¿Qué más te dijera por dentro?
¿Griega, mi egipcia, romana por el mármol?
¿Fenicia, cartaginesa, o loca,
Locamente andaluza en el arco de morir
Con todos los pétalos abiertos,
Tensa la cítara de Dios, en la danza del fornicio?
Te oyera aullar, te fuera mordiendo
Hasta las últimas amapolas, mi posesa,
Te todavía enloqueciera allí, en el frescor ciego,
Te nadara en la inmensidad insaciable de la lascivia,
Riera frenético el frenesí con tus dientes,
Me arrebatara el opio de tu piel hasta lo ebúrneo de otra pureza,
Oyera cantar las esferas estallantes como Pitágoras,
Te lamiera, te olfateara como el león a su leona,
Para el sol, ¡fálica mente mía te amara!





LAS HERMOSAS




Eléctricas, desnudas en el mármol que pasa
De la piel a los vestidos, turgentes, desafiantes, rápida la marea,
Pisan el mundo, pisan la estrella de la suerte
Con sus finos tacones y germinan,
Germinan como plantas silvestres en la calle,
Y echan su aroma duro verdemente.
Cálidas impalpables de verano que zumba carnicero.
Ni rosas ni arcángeles: muchachas del país,
Adivinas del hombre, y algo más que el calor centelleante,
Algo más, algo más que estas ramas flexibles
Que saben lo que saben como sabe la tierra.

Tan livianas, tan hondas, tan certeras las suaves.
Cacería de ojos azules y otras llamaradas urgentes
En el baile de las calles veloces.
Hembras, hembras en el oleaje ronco
Donde echamos las redes de los cinco sentidos
Para sacar apenas el beso de la espuma.





DADO LO EXTREMO DE LA SITUACIÓN




Dado lo extremo de la situación aquí lo único
Muerto es el muerto, su piel
De escarabajo desocupado, sus tercas
Rodillas que hicieron el movimiento, sus
Olfatos perlúcidos, sus
Tactos que tocaron mujer, la oreja
Que anduvo inútilmente en su oreja
Detrás de su oreja.

No la oyó
Y quién va a saber, por enmohecido
No la oyó, pensó
Pero no la oyó, tuvo un sueño
Con mucha música en sus arterias, durmió así
Noventa, vio grandes
A los abedules, salió volando
Como vino el infuso por encima
De la ventolera de las copas
Altas.

Ardió
Hermosura y exceso.





MARIPOSAS PARA JUAN RULFO




Cómo fornicarán felices las mariposas
En el césped oliendo
De aquí para allá
A Dios sin que vaca alguna
Muja encima de su transparencia,
Jugando a jugar un juego vertiginoso
A unos pasos blancos
Del cementerio
Con el mar del verano zumbando
Allá abajo ocio y maravilla.

Rulfo habrá soplado en ellas
Tanta locura, Juan Rulfo
Cuyo Logos fue el del Principio;
Les habrá dicho:
-Ahora, hijas, nos vamos de una vez del páramo.
¿Y ellas? Ahora,
¿Qué harán ellas sin Juan, que cortó
Tan lejos más allá de Comala en caballo único
Tan invisible?;
¿Bailarán, seguirán bailando
Para él por si vuelve,
Por si no ha pasado nada
Y de repente estamos todos otra vez?
Por mi parte nadie va a llorar,
Ni mi cabeza que vuela ni la otra que no duerme nunca.
Se ha ido y se acabó,
Nadie corre peligro así acostado
Oyendo los murmullos aleteantes.
-Con tal de que no sea una nueva noche.





DEL SENTIDO




Muslo lo que toco, muslo
Y pétalo de mujer el día, muslo
Lo blanco de lo traslúcido, U
Y más U, y más y más U, lo último
Debajo de lo último, labio
El muslo en su latido
Nupcial, y ojo,
El muslo de verlo todo, y Hado,
Sobre todo Hado de nacer, piedra
De no morir, muslo:
Leopardo tembloroso.





LA SUTURA




Piedad entonces por la sutura de su vientre:
A usted la conocí bíblicamente
Allá por marzo del 98 en la ventolera
De algún film de antes, ciego y torrencial
A lo Joan Crawford,
Las cejas en arco,
Cierta versión eléctrica de los ojos,
El camouflage del no sé,
El hechizo esquivo,
El sollozo de una mujer llamada usted
Que aún, pasados los meses,
Se parece a usted en cuanto a aullido secreto
Que pide hombre
Conforme a las dos figuraciones
Que es y será siempre usted,
Mi hembra, hembra,
Mi Agua Grande
A la que los clínicos libertinos
Llaman con liviandad Melancolía,
Como si el tajo de alto abajo no fuera
Lo más sagrado de ese láser incurable
Que es el amor con aroma de laúd,
Y no le importe que las rosas
Bajo el estrago del verano
Que le anden diciendo por ahí fea
O arruga,
Ríase, huélalas desde su altivez,
Métase con descaro en lo más adúltero
De mis sábanas como está escrito
Y conste que fue usted la que saltó por asalto
El volcán, y no lo niegue,
Ándele airosa entonces pero sin llorar,
Equa mía,
La poesía no le sirve, Lebu mata,
Mi posesa flaca de anca,
Mi esdrújula bellísima de 50 kilos,
Vuélele, no se me emperre en ese inglés metalúrgico
De corral,
Todo entre nosotros no pasó de mísera ráfaga telefónica
Que alguna vez llamamos eternidad:
Usted misma fue esa ráfaga.
Lacán el rey se lo diría igual: ándele,
Vuélele paloma casi en mexicano,
No le transe a la depre,
Báñese en alquimia espontánea,
Tire la fármaca a la basura,
Eso engorda,
Déjese de drogas,
De analistas, de concupiscencia nicotínica,
Y si está loca vuélvase más loca,
Baile en pelotas como la muerte,
Apréndale a la Tierra que baila así,
¡Y eso que el Sol exige la traslación!
Bueno y, para cerrar, si su juego es irse
Váyase a otro seso menos diabólico,
Elija: culebra, por ejemplo,
¿No le da para culebra?
Eva comió culebra como usted dos veces:
Ahí ve cómo va la especie desde entonces,
Cómo se arrastra pendenciera
Pidiéndole perdón a las estrellas
Por haber parido peste,
¡Puro border-line y miedo,
Y rosas, dos rosas venenosas!,
¿No cree usted?
¿Quién tiene la culpa si nunca hubo culpa?
Preferiblemente cuélguese alámbrica
A todo lo larga y lo preciosa de vértebras
Que es usted y,
Baile ahí pendular en el vacío
Unos diez minutos,
A ver qué pasa con el estirón,
Para crecimiento y escarmiento.





LA PIEDRA




Por culpa de nadie habrá llorado esta piedra.

Habrá dormido en lo aciago
De su madre esta piedra
Precipicia por
Unimiento cerebral
Al ritmo
De donde vino llameada
Y apagada, habrá visto
Lo no visto con
Los otros ojos de la música, y
Así, con mansedumbre, acostándose
En la fragilidad de lo informe, seca
La opaca, abrase anoche sin
Ruido de albatros contra la cerrazón
Ido.

Vacilando no habrá por esta decisión
De la imperfección de su figura que por oscura no vio nunca nadie
Porque nadie las ve nunca a esas piedras que son de nadie
En la excrecencia de una opacidad
Que más bien las enfría ahí al tacto como nubes
Neutras, amorfas, sin lo airoso
Del mármol ni lo lujoso
De la turquesa, ¡tan ambiguas
Si se quiere, pero por eso mismo tan próximas!

No, vacilado no; habrá salido
Por demás intacta con su traza ferruginosa
Y celestial, le habrá a lo sumo dicho al árbol: -Adiós
Árbol que me diste sombra; al río: -Adiós
Río que hablaste por mí; lluvia: -Adiós,
Que me mojaste. -Adiós,
Mariposa blanca.

Por culpa de nadie habrá llorado esta piedra.





MIEDO AL ARCÁNGEL




Miedo al arcángel, le tuve miedo al arcángel
De no verte, a estos años
Que hemos volado contra la tormenta, tú
En tu nogala, yo
Mío en mi nogal, ni apestados
Por la costumbre de la sombra, ni
Despavoridos por el error
Hermoso de la intemperie, como tanteando
El aire a esta altura,
Soma,
Serna,
Pérdida en la pérdida.







Gonzalo Rojas


CÓDIGO DEL OBSESO

I

Busco un pelo; entre lo innumerable de este
Mundo busco un pelo
Disperso en la quebrazón, longuilíneo
De doncellez correspondiente a grande figura
De muchacha grande, pies
Castísimos con uñas pintadas
Por el rey, airosos los muslos
De la esbeltez dual, en ascenso
Más bien secreto, de pubis
A axila, a cabellera
Torrencial tras lo animal del número
Ronco de ser, busco un pelo.

II

Espléndido de mujer
Espléndida, clásica,
Músico
De tacto preferiblemente intrépido
De Boticelli, áureo
Y corrupto de exactitud, castaño
De fulgor, finísimo, de alto a
Bajo busco un pelo.

III

Unigénito, seco de aroma,
Entre el aire y el descaro
Del aire, ni rey
A remolque de esta invención,
Ni tamaña concubina venusina,
Flaco y cínico:
-Galaxias no me quiten el Sol. Pajar del cielo:
Lo que busco es un pelo.







Gonzalo Rojas


DESOCUPADO LECTOR

Cumplo con informar a usted que últimamente todo es herida:
La muchacha
Es herida, el olor
A su hermosura es herida, las grandes aves negras, la inmediatez
De lo real y lo irreal tramados en el fulgor de un mismo espejo
Gemidor es herida, el siete, el tres, todo, cualquiera de estos números de la danza es
Herida, la barca
Del encantamiento con Maimónides al timón es herida, aquel diciembre 20 que me cortaron de mi
Madre es herida, el Sol
Es herida, Nuestro Señor
Sentado ahí entre los mendigos con esa túnica irreconocible por el cauterio del psicoanálisis es
Herida, el Quijote
A secas es herida, el ventarrón
Abierto del Golfo contra la roca alta es
Herida, serpiente
Horadante del Principio, mar y más mar
De un lado a otro, Kierkegaard y
Más Kierkegaard, taladro
Y por añadidura herida; la
Preñez en cuanto preñez en la preciosidad de su copa es
Herida, el ocio
Del viejo río intacto donde duermen inmóviles los mismos peces
Velocísimos es
Herida, la poesía
Grabada a fuego en los microsurcos de mi cerebro de niño es herida, el hueco
De 1.67 justo en metros de rey es herida, el éxtasis
De estar aquí hablando solo en lo bellísimo de este pensamiento de nieve
Es herida, la evaporación
De la fecha de mármol con el padre adentro
Bajo los claveles es
Herida, el carrusel
Pintarrajeado que fluye y fluye como otro río de polvo y otras
Máscaras
Que vi en Pekín colgando en la vieja calle de Cha Ta-Iá
Cuya identidad comercial de 2.500 años de droga y ataúdes rientes
No se discute, es
Herida; la cama en fin
Que allí compre, con dos espejos para navegar, es herida,
La perversión
De la palabra nadie que sopla desde las galaxias es herida,
El mundo
Antes y después de los Urales es
Herida, la hilera
De líneas sin ocurrencia de esta visión
Sin resurrección es herida. Cumplo
Entonces con informar a usted que últimamente todo es herida.



















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