Francisco L. Bernárdez





Francisco Luis Bernárdez

Poeta y diplomático



Buenos Aires - Argentina
05/10/1900 - 1978





ESTAR ENAMORADO




Estar enamorado, amigos, es encontrar el nombre justo de la vida.
Es dar al fin con la palabra que para hacer frente a la muerte se precisa.
Es cobrar la llave oculta que abre la cárcel en que el alma está cautiva.
Es levantarse de la tierra con una fuerza que reclama desde arriba.
Es respirar el ancho viento que por encima de la carne se respira.
Es contemplar desde la cumbre de la persona la razón de las heridas.
Es advertir en unos ojos una mirada verdadera que nos mira.
Es escuchar en una boca la propia voz profundamente repetida.
Es sorprender en unas manos ese calor de la perfecta compañía.
Es sospechar que, para siempre, la soledad de nuestra sombra está vencida.

Estar enamorado, amigos, es descubrir dónde se juntan cuerpo y alma.
Es percibir en el desierto la cristalina voz de un río que nos llama.
Es ver el mar desde la torre donde ha quedado prisionera nuestra infancia.
Es apoyar los ojos tristes en un paisaje de cigüeñas y campanas.
Es ocupar un territorio donde conviven los perfumes y las armas.
Es dar la ley a cada rosa y al mismo tiempo recibirla de su espada.
Es confundir el sentimiento con una hoguera que del pecho se levanta.
Es gobernar la luz del fuego y al mismo tiempo ser esclavo de la llama.
Es entender la pensativa conversación del corazón y la distancia.
Es encontrar el derrotero que lleva al reino de la música sin tasa.

Estar enamorado, amigos, es adueñarse de las noches y los días.
Es olvidar entre los dedos emocionados la cabeza distraída.
Es recordar a Garcilaso cuando se siente la canción de una herrería.
Es ir leyendo lo que escriben en el espacio las primeras golondrinas.
Es ver la estrella de la tarde por la ventana de una casa campesina.
Es contemplar un tren que pasa por la montaña con las luces encendidas.
Es comprender perfectamente que no hay fronteras entre el sueño y la vigilia.
Es ignorar en qué consiste la diferencia entre la pena y la alegría.
Es escuchar a medianoche la vagabunda confesión de la llovizna.
Es divisar en las tinieblas del corazón una pequeña lucecita.

Estar enamorado, amigos, es padecer espacio y tiempo con dulzura.
Es despertarse una mañana con el secreto de las flores y las frutas.
Es libertarse de sí mismo y estar unido con las otras criaturas.
Es no saber si son ajenas o si son propias las lejanas amarguras.
Es remontar hasta la fuente las aguas turbias del torrente de la angustia.
Es compartir la luz del mundo y al mismo tiempo compartir su noche obscura.
Es asombrarse y alegrarse de que la luna todavía sea luna.
Es comprobar en cuerpo y alma que la tarea de ser hombre es menos dura.
Es empezar a decir siempre y en adelante no volver a decir nunca.
Y es además, amigos míos, estar seguro de tener las manos puras.





AMOR ANTIGUO




Amor antiguo, cuya sombra empaña
Mi cariñosa propensión de ahora,
Eres como una sombra de montaña
Sobre el encendimiento de la aurora.

Amor antiguo, cuya pesadumbre
Traba la agilidad de mi alegría,
Eres la tiranía de la cumbre
Contra la libertad del mediodía.

Amor antiguo, cuya voz sofoca
La nueva vocecita del cariño,
Eres palabra de proyecta boca
En una boca inédita de niño.

Amor antiguo, cuyo sentimiento
Hace caber el mundo en nuestro llanto,
Eres el alma convertida en viento
Y eres el viento convertido en canto.

Amor antiguo, cuya remembranza
Cada amorosa perspectiva cierra,
Eres esa emoción que sólo alcanza
Quien se acuerda del mar desde la tierra.





SILENCIO




No digas nada, no preguntes nada.
Cuando quieras hablar, quédate mudo:
Que un silencio sin fin sea tu escudo
Y al mismo tiempo tu perfecta espada.

No llames si la puerta está cerrada,
No llores si el dolor es más agudo,
No cantes si el camino es menos rudo,
No interrogues sino con la mirada.

Y en la calma profunda y transparente
Que poco a poco y silenciosamente
Inundará tu pecho de este modo,

Sentirás el latido enamorado
Con que tu corazón recuperado
Te irá diciendo todo, todo, todo.





ROMANCE




Aquellas cosas profundas
Que yo apenas entendía.
Desde que el amor las nombra
Me parecen cristalinas.

Aquel tiempo de otro tiempo,
Que sin gloria transcurría,
Desde que el amor lo empuja
Tiene lo que no tenía.

Aquella voz apagada
Es una voz encendida
Desde que el amor de fuego
Su fervor le comunica.

Aquella frente desierta.
Aquella frente perdida.
Está mucho menos sola
Desde que el amor la habita.

Aquellos ojos cerrados
Están abiertos y miran
Desde que el amor les muestra
Riquezas desconocidas.

Aquellas manos desnudas
Ya no son manos vacías
Desde que el amor las llena
Con su propia maravilla.

Aquellos pasos sin rumbo.
Aquellos pasos sin vida.
Ya tienen rumbo seguro
Desde que el amor los guía.

Aquel corazón oscuro
Luce una luz infinita
Desde que el amor lo alumbra
Con su verdadero día.

Aquel pobre entendimiento
Tiene una fuerza más limpia
Desde que el amor lo inflama.
Desde que el amor lo anima.

Aquella pluma de siempre
Vive una vida más viva
Desde que el amor la mueve,
Desde que el amor la inspira.

Aquel mundo sin objeto
Tiene una razón precisa
Desde que el amor eterno
Lo sustenta y justifica.

Aquella vida de antaño
Responde a peso y medida
Desde que el amor confunde
Su existencia con la mía.





LA LÁGRIMA




No sé quién la lloró, pero la siento,
Por su calor secreto y su amargura,
Como brotada de mi desventura,
Como nacida de mi desaliento.

Quizá desde un lejano sufrimiento,
Desde los ojos de una estrella pura,
Se abrió camino por la noche oscura
Para llegar hasta mi sentimiento.

Pero la siento mía, porque alumbra
Mi corazón sin esa luz sin tasa
Que sólo puede dar el propio fuego:

Rayo del mismo sol que me deslumbra,
Chispa del mismo incendio que me abrasa,
Gota del mismo mar en que me anego.





EL DESTELLO




Aunque el cielo no tenga ni una estrella
Y en la tierra no quede casi nada,
Si un destello fugaz queda de aquella
Que fue maravillosa llamarada,

Me bastará el fervor con que destella,
A pesar de su luz medio apagada,
Para encontrar la suspirada huella
Que conduce a la vida suspirada.

Guiado por la luz que inmortaliza,
Desandaré mi noche y mi ceniza
Por el camino que una vez perdí,

Hasta volver a ser, en este mundo
Devuelto al corazón en un segundo,
El fuego que soñé, la luz que fui.





SONETO DE LA DONCELLA LEJANA




Inaccesible al viento que suspira
Por apagar la luz de su cabello,
Inaccesible al pálido destello
De la estrella lejana que la mira.

Inaccesible al agua que delira
Por llegar a la orilla de su cuello,
Inaccesible al sol y a todo aquello
Que alrededor de su persona gira,

La doncella en su mundo de diamante
Inclina la cabeza lentamente
Para escuchar en el remoto mundo:

El eco de un latido muy distante,
La resonancia de una voz ausente
Y el sonido de un paso vagabundo.





SONETO ENAMORADO




Dulce como el arroyo soñoliento,
Mansa como la lluvia distraída,
Pura como la rosa florecida
Y próxima y lejana como el viento.

Esta mujer que siente lo que siente
Y está sangrando por mi propia herida
Tiene la forma justa de mi vida
Y la medida de mi pensamiento.

Cuando me quejo, es ella mi querella,
Y cuando callo, mi silencio es ella,
Y cuando canto, es ella mi canción.

Cuando confío, es ella la confianza,
Y cuando espero, es ella la esperanza,
Y cuando vivo, es ella el corazón.





SONETO LEJANO




Bello sería el río de mi canto,
Que arrastra por el mundo su corriente,
Si dicho canto no naciera en cuanto
El río se separa de la fuente.

Bello sería el silencioso llanto
De la estrella en la noche de mi frente
Si dicha estrella no distara tanto
De quien le da la luz resplandeciente.

Bello sería el árbol de mi vida
Si la raíz de amor lo sostuviera
Sin estar alejada y escondida.

Bello sería el viento que me nombra
Si la voz que me llama no estuviera
Perdida en la distancia y en la sombra.





SONETO INTERIOR




Aquí donde la tierra es menos tierra,
Donde el agua es el agua del olvido,
Donde el aire es un aire sin sonido
Y donde el fuego ya no mueve guerra;

Aquí donde la tierra se destierra,
Donde el agua carece de sentido,
Donde el aire prefiere estar dormido
Y donde el fuego su pasión encierra;

El hombre de mirada pensativa
Substituye las cosas de su casa;
La tierra, con su carne fugitiva,

El aire, con el aire de su aliento,
El agua, con su propio sentimiento,
El fuego, con el fuego que lo abrasa.





SONETO DE LA UNIDAD DEL ALMA




Yo que tengo la voz desparramada,
Yo que tengo el afecto dividido,
Yo que sobre las cosas he vivido
Siempre con la memoria derramada;

Yo que fui por la tierra desolada,
Yo que fui bajo el cielo prometido
Con el entendimiento repartido
Y con la voluntad multiplicada;

Quiero poner ahora la energía
De la memoria, del entendimiento
Y de la voluntad en armonía

Con la memoria que no olvida nunca
Con el entendimiento siempre atento
Y con la voluntad que no se trunca.





SONETO DE LA ENCARNACIÓN




Para que el alma viva en armonía,
Con la materia consuetudinaria
Y, pagando la deuda originaria,
La noche humana se convierta en día;

Para que a la pobreza tuya y mía
Suceda una riqueza extraordinaria
Y para que la muerte necesaria
Se vuelva sempiterna lozanía,

Lo que no tiene iniciación empieza,
Lo que no tiene espacio se limita,
El día se transforma en noche oscura,

Se convierte en pobreza la riqueza,
El modelo de todo nos imita,
El Creador se vuelve criatura.







Francisco Luis Bernárdez


SONETO

Si para recobrar lo recobrado
Debí perder primero lo perdido,
Si para conseguir lo conseguido
Tuve que soportar lo soportado,

Si para estar ahora enamorado
Fue menester haber estado herido,
Tengo por bien sufrido lo sufrido,
Tengo por bien llorado lo llorado.

Porque después de todo he comprobado
Que no se goza bien de lo gozado
Sino después de haberlo padecido.

Porque después de todo he comprendido
Que lo que el árbol tiene de florido
Vive de lo que tiene sepultado.







Francisco Luis Bernárdez


LA PALABRA

En cada ser, en cada cosa, en cada
Palpitación, en cada voz que siento
Espero que me sea revelada
Esa palabra de que estoy sediento.

Aguardo a que la diga el firmamento,
Pero su boca inmensa está callada;
La busco por el mar y por el viento,
Pero el viento y el mar no dicen nada.

Hasta los picos de los ruiseñores
Y las puertas cerradas de las flores
Me niegan lo que quiero conocer.

Sólo en mi corazón oigo un sonido
Que acaso tenga un vago parecido
Con lo que esa palabra puede ser.





Reseña biográfica

Nació en Buenos Aires, el 5 de octubre de 1900. Hijo de padres españoles, viajó a los veinte años, a la patria de sus ancestros. Allí ejerció el periodismo en Vigo, como redactor de “Pueblo gallego”, donde se relacionó con figuras como Valle Inclán, los hermanos Machado y Juan Ramón Jiménez.

Retornó a su país natal, donde desempeñó actividades literarias en la Revista “Martín Fierro”, e integró, desde 1928, el grupo de la revista “Criterio”.

En 1925, vio la luz su obra “Alcántara”, año en que lo galardonan con el tercer premio del concurso literario de la Municipalidad de Buenos Aires. En esta época funda la revista “Libra”, en colaboración con Leopoldo Marechal.

Integró, junto a notables figuras, como Jorge Luis Borges, Ricardo Güiraldes y Conrado Nalé Roxlo, entre otros, el grupo “Florida”, perteneciente a la corriente del ultraísmo.

Una larga enfermedad le obliga a guardar reposo a partir de 1930, y recién en 1935, se conoce otro de sus poemas: “El Buque”, de carácter intimista. A partir de entonces, su obra es sumamente prolífica, destacándose: “Cielo sin tierra” (1937), “La ciudad sin Laura” (inspirado en su esposa, y escrito en 1938); “Poemas elementales” (1942), “Poemas de carne y hueso” (1943), “El Ruiseñor” (1945), “Las estrellas” (1947), “El ángel de la guarda” (1949), “Poemas Nacionales” (1949), “La flor” (1951), “El arca” (1954) y “Poemas de cada día” (1963).

En 1978, fallece en el mismo país que lo vio nacer, dejando una vasta obra cultural desarrollada desde sus escritos literarios, funciones públicas y como agregado en el Servicio Exterior.



















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