Federico García Lorca





Federico García Lorca

Poeta, dramaturgo y prosista




Fuente Vaqueros, Granada - España
06/06/1898 - 18/08/1936





VERDE, QUE TE QUIERO VERDE




Verde, que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
Y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
Ella sueña en su baranda,
Verde carne, pelo verde,
Con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.

Bajo la luna gitana,
Las cosas la están mirando
Y ella no puede mirarlas.

Verde, que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha
Vienen con el pez de sombra
Que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
Con la lija de sus ramas,
Y el monte, gato garduño,
Eriza sus pitas agrias.
Pero, ¿quién vendrá? ¿Y por dónde?
Ella sigue en su baranda,
Verde carne, pelo verde,
Sonando en la mar amarga.

-Compadre, quiero cambiar
Mi caballo por su casa,
Mi montaña por su espejo,
Mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando,
Desde los puertos de Cabra.
-Si yo pudiera, mocito,
Este trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo
Ni mi casa es ya mi casa.
-Compadre, quiero morir
Decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
Con las sábanas de Holanda.
¿No ves la herida que tengo
Desde el pecho a la garganta?
-Trescientas rosas morenas
Lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
Alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo,
Ni mi casa es ya mi casa.
-Dejadme subir al menos
Hasta las altas barandas,
¡Dejadme subir!, dejadme,
Hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna
Por donde retumba el agua.

Ya suben los dos compadres
Hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
Farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal
Herían la madrugada.

Verde, que te quiero verde,
Verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento dejaba
En la boca un raro gusto
De hiel, de menta y de albahaca.
-¡Compadre! ¿Dónde está, dime,
Dónde está tu niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara,
Cara fresca, negro pelo,
En esta verde baranda!
Sobre el rostro del aljibe
Se mecía la gitana.

Verde carne, pelo verde,
Con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
La sostiene sobre el agua.
La noche se puso íntima
Como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos
En la puerta golpeaban.
Verde, que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.





VERTE DESNUDA ES RECORDAR LA TIERRA




Verte desnuda es recordar la tierra.
La tierra lisa, limpia de caballos.
La tierra sin un junco, forma pura
Cerrada al porvenir: confín de plata.

Verte desnuda es comprender el ansia
De la lluvia que busca el débil talle,
O la fiebre del mar de inmenso rostro
Sin encontrar la luz de su mejilla.

La sangre sonará por las alcobas
Y vendrá con espadas fulgurantes,
Pero tú no sabrás dónde se ocultan
El corazón de sapo o la violeta.

Tu vientre es una lucha de raíces,
Tus labios son un alba sin contorno.
Bajo las rosas tibias de la cama
Los muertos gimen esperando turno.





VESTIDA CON MANTOS NEGROS




Vestida con mantos negros
Piensa que el mundo es chiquito
Y el corazón es inmenso.

Vestida con mantos negros.

Piensa que el suspiro tierno
Y el grito, desaparecen
En la corriente del viento.

Vestida con mantos negros.

Se dejó el balcón abierto
Y el alba por el balcón
Desembocó todo el cielo.

¡Ay ay ay ay ay ay,
Qué vestida con mantos negros!





LA MUCHACHA DORADA




La muchacha dorada
Se bañaba en el agua
Y el agua se doraba.

Las algas y las ramas
En sombra la asombraban,
Y el ruiseñor cantaba
Por la muchacha blanca.

Vino la noche clara,
Turbia de plata mala,
Con peladas montañas
Bajo la brisa parda.

La muchacha mojada
Era blanca en el agua
Y el agua, llamara.

Vino el alba sin mancha,
Con mil caras de vacas,
Yerta y amortajada
Con heladas guirnaldas.

La muchacha de lágrimas
Se bañaba entre llamas,
Y el ruiseñor lloraba
Con las alas quemadas.

La muchacha dorada
Era una blanca garra
Y el agua la doraba.





Y QUE YO ME LA LLEVÉ AL RÍO




Y que yo me la llevé al río
Creyendo que era mozuela,
Pero tenía marido.
Fue la noche de Santiago
Y casi por compromiso.

Fue la noche de Santiago
Y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
Y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
Toqué sus pechos dormidos,
Y se me abrieron de pronto
Como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
Me sonaba en el oído
Como una pieza de seda
Rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
Los árboles han crecido,
Y un horizonte de perros
Ladra muy lejos del río.

Pasadas las zarzamoras,
Los juncos y los espinos,
Bajo su mata de pelo
Hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo, el cinturón con revólver.
Ella, sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
Tienen el cutis tan fino,
Ni los cristales con luna
Relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
Como peces sorprendidos,
La mitad llenos de lumbre,
La mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
El mejor de los caminos,
Montado en potra de nácar
Sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
Las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
Me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena,
Yo me la llevé del río.
Con el aire se batían
Las espadas de los lirios.

Me porté como quien soy.
Como un gitano legítimo.
La regalé un costurero
Grande, de raso pajizo,
Y no quise enamorarme
Porque teniendo marido
Me dijo que era mozuela
Cuando la llevaba al río.





NADIE COMPRENDÍA EL PERFUME




Nadie comprendía el perfume
De la oscura magnolia de tu vientre.
Nadie sabía que martirizabas
Un colibrí de amor entre los dientes.

Mil caballitos persas se dormían
En la plaza con luna de tu frente,
Mientras que yo enlazaba cuatro noches
Tu cintura, enemiga de la nieve.

Entre yeso y jazmines, tu mirada
Era un pálido ramo de simientes.
Yo busqué, para darte, por mi pecho
Las letras de marfil que dicen siempre,

Siempre, siempre: jardín de mi agonía,
Tu cuerpo fugitivo para siempre,
La sangre de tus venas en mi boca,
Tu boca ya sin luz para mi muerte.





¿QUÉ ES AQUELLO QUE RELUCE?




-¿Qué es aquello que reluce
Por los altos corredores?
-Cierra la puerta, hijo mío;
Acaban de dar las once.

-En mis ojos, sin querer,
Relumbran cuatro faroles.
-Será que la gente aquella
Estará fregando el cobre.

Ajo de agónica plata
La luna menguante pone
Cabelleras amarillas
A las amarillas torres.

La noche llama temblando
Al cristal de los balcones,
Perseguida por los mil
Perros que no la conocen,
Y un olor de vino y ámbar
Viene de los corredores.

Brisas de caña mojada
Y rumor de viejas voces
Resonaban por el arco
Roto de la medianoche
Bueyes y rosas dormían.
Sólo por los corredores
Las cuatro luces clamaban
Con el furor de San Jorge.
Tristes mujeres del valle
Bajaban su sangre de hombre,
Tranquila de flor cortada
Y amarga de muslo joven.
Viejas mujeres del río
Lloraban al pie del monte
Un minuto intransitable
De cabelleras y nombres.
Fachadas de cal ponían
Cuadrada y blanca la noche.
Serafines y gitanos
Tocaban acordeones.

-Madre, cuando yo me muera,
Que se enteren los señores.
Pon telegramas azules
Que vayan del sur al norte.
Siete gritos, siete sangres,
Siete adormideras dobles
Quedaron opacas lunas
En los oscuros salones.
Lleno de manos cortadas
Y coronitas de flores,
El mar de los juramentos
Resonaba no sé dónde.
Y el cielo daba portazos
Al brusco rumor del bosque,
Mientras clamaban las luces
En los altos corredores.





LA LUNA GIRA EN EL CIELO




La luna gira en el cielo
Sobre las sierras sin agua
Mientras el verano siembra
Rumores de tigre y llama.
Por encima de los techos
Nervios de metal sonaban.
Aire rizado venía
Con los balidos de lana.
La sierra se ofrece llena
De heridas cicatrizadas,
O estremecida de agudos
Cauterios de luces blancas.

Thamar estaba soñando
Pájaros en su garganta
Al son de panderos fríos
Y cítaras enlunadas.
Su desnudo en el alero,
Agudo norte de palma,
Pide copos a su vientre
Y granizo a sus espaldas.
Thamar estaba cantando
Desnuda por la terraza.
Alrededor de sus pies,
Cinco palomas heladas.
Amnón, delgado y concreto,
En la torre la miraba,
Llenas las ingles de espuma
Y oscilaciones la barba.
Su desnudo iluminado
Se tendía en la terraza,
Con un rumor entre dientes
De flecha recién clavada.
Amnón estaba mirando
La luna redonda y baja,
Y vio en la luna los pechos
Durísimos de su hermana.

Amnón a las tres y media
Se tendió sobre la cama.
Toda la alcoba sufría
Con sus ojos llenos de alas.
La luz, maciza, sepulta
Pueblos en la arena parda,
O descubre transitorio
Coral de rosas y dalias.
Linfa de pozo oprimida
Brota silencio en las jarras.
En el musgo de los troncos
La cobra tendida canta.
Amnón gime por la tela
Fresquísima de la cama.
Yedra del escalofrío
Cubre su carne quemada.
Thamar entró silenciosa
En la alcoba silenciada,
Color de vena y Danubio,
Turbia de huellas lejanas.
Thamar, bórrame los ojos
Con tu fija madrugada.
Mis hilos de sangre tejen
Volantes sobre tu falda.
Déjame tranquila, hermano.
Son tus besos en mi espalda
Avispas y vientecillos
En doble enjambre de flautas.
Thamar, en tus pechos altos
Hay dos peces que me llaman,
Y en las yemas de tus dedos
Rumor de rosa encerrada.

Los cien caballos del rey
En el patio relinchaban.
Sol en cubos resistía
La delgadez de la parra.
Ya la coge del cabello,
Ya la camisa le rasga.
Corales tibios dibujan
Arroyos en rubio mapa.

¡Oh, qué gritos se sentían
Por encima de las casas!
Qué espesura de puñales
Y túnicas desgarradas.
Por las escaleras tristes
Esclavos suben y bajan.
Émbolos y muslos juegan
Bajo las nubes paradas.
Alrededor de Thamar
Gritan vírgenes gitanas
Y otras recogen las gotas
De su flor martirizada.
Paños blancos enrojecen
En las alcobas cerradas.
Rumores de tibia aurora
Pámpanos y peces cambian.

Violador enfurecido,
Amnón huye con su jaca.
Negros le dirigen flechas
En los muros y atalayas.
Y cuando los cuatro cascos
Eran cuatro resonancias,
David con unas tijeras cortó
Las cuerdas del arpa.





LA NOCHE NO QUIERE VENIR




La noche no quiere venir
Para que tú no vengas
Ni yo pueda ir.

Pero yo iré,
Aunque un sol de alacranes me coma la sien.

Pero tú no vendrás
Con la lengua quemada por la lluvia de sal.

El día no quiere venir
Para que tú no vengas,
Ni yo pueda ir.
Pero yo iré
Entregando a los sapos mi mordido clavel.

Pero tú vendrás
Por las turbias cloacas de la oscuridad.

Ni la noche ni el día quieren venir
Para que por ti muera
Y tú mueras por mí.





EL PUÑAL ENTRA EN EL CORAZÓN




El puñal
Entra en el corazón,
Como la reja del arado
En el yermo.

No.

No me lo claves.

No.

El puñal,
Como un rayo de sol,
Incendia las terribles
Hondonadas.

No.

No me lo claves.

No.





NO TE LLEVES TU RECUERDO




No te lleves tu recuerdo.
Déjalo solo en mi pecho.

Temblor de blanco cerezo
En el martirio de enero.

Me separa de los muertos
Un muro de malos sueños.

Doy pena de lirio fresco
Para un corazón de yeso.

Toda la noche en el huerto
Mis ojos, como dos perros.

Toda la noche, corriendo
Los membrillos de veneno.

Algunas veces el viento
Es un tulipán de miedo.

Es un tulipán enfermo,
La madrugada de invierno.

Un muro de malos sueños
Me separa de los muertos.

La niebla cubre en silencio
El valle gris de tu cuerpo.

Por el arco del encuentro
La cicuta está creciendo.

Pero deja tu recuerdo
Déjalo solo en mi pecho.





HE CERRADO MI BALCÓN




He cerrado mi balcón
Porque no quiero oír el llanto
Pero por detrás de los grises muros
No se oye otra cosa que el llanto.

Hay muy pocos ángeles que canten,
Hay muy pocos perros que ladren,
Mis violines caben en la palma de mi mano.

Pero el llanto es un perro inmenso,
El llanto es un ángel inmenso,
El llanto es un violín inmenso,
Las lágrimas amordazan al viento,
No se oye otra cosa que el llanto.







Federico García Lorca


YO NO QUIERO MÁS QUE UNA MANO

Yo no quiero más que una mano,
Una mano herida, si es posible.
Yo no quiero más que una mano,
Aunque pase mil noches sin lecho.

Sería un pálido lirio de cal,
Sería una paloma amarrada a mi corazón,
Sería el guardián que en la noche de mi tránsito
Prohibiera en absoluto la entrada a la luna.

Yo no quiero más que una mano
Para los diarios aceites y la sábana blanca de mi agonía.

Yo no quiero más que esa mano
Para tener un ala de mi muerte.

Lo demás todo pasa.
Rubor sin nombre ya, astro perpetuo.
Lo demás es lo otro; viento triste,
Mientras las hojas huyen en bandadas.







Federico García Lorca


UNAS PALABRAS

Ofrezco en este libro, todo ardor juvenil y tortura,
Y ambición sin medida, la imagen exacta de mis días
De adolescencia y juventud, esos días que enlazan el instante
De hoy con mi misma infancia reciente.
En estas páginas desordenadas va el reflejo fiel de
Mi corazón y de mi espíritu, teñido del matiz que les prestara,
Al poseerlo, la vida palpitante en torno recién nacida para mi mirada.
Sé hermana el nacimiento de cada una de estas poesías que tienes
En tus manos, lector, al propio nacer de un brote nuevo del
Árbol músico de mi vida en flor. Ruindad fuera el menospreciar
De esta obra que tan enlazada está a mi propia vida.

Sobre su incorrección, sobre su limitación segura, tendrá este libro la
Virtud, entre otras muchas que yo advertido, de recordarme en todo
Instante mi infancia apasionada correteando desnuda por las
Praderas de una vega sobre un fondo de serranías.



















(ver mas poetas)




(volver a inicio)



Visitas

free counters

Seguidores