Carlos Pellicer





Carlos Pellicer Cámara

Escritor, poeta y político




Villahermosa, Tabasco - México
16/01/1897 - 16/02/1977





EN EL SILENCIO DE LA CASA




En el silencio de la casa, tú,
Y en mi voz la presencia de tu nombre
Besado entre la nube de la ausencia
Manzana aérea de las soledades.

Todo a puertas cerradas, la quietud
De esperarte es vanguardia de heroísmo,
Vigilando el ejército de abrazos
Y el gran plan de la dicha.

Yo no sé caminar sino hacia ti,
Por el camino suave de mirarte
Poner mis labios junto a mis preguntas
-Sencilla, eterna flor de preguntarte-
Y escucharte así en mí, ¡y a sangre y fuego
Rechazar, luminoso, las penumbras!

Manzana aérea de las soledades,
Bocado silencioso de la ausencia,
Palabra en viaje, ropa del invierno
Que hará la desnudez de las praderas.

Tú en el silencio de la casa. Yo
En tus labios de ausencia, aquí tan cerca
Que entre los dos la ronda de palabras
Se funde en la mejor que da el poema.





QUE SE CIERRE ESA PUERTA




Que se cierre esa puerta
Que no me deja estar a solas con tus besos.
Que se cierre esa puerta
Por donde campos, Sol y rosas quieren vernos.

Esa puerta por donde
La cal azul de los pilares entra
A mirar como niños maliciosos
La timidez de nuestras dos caricias
Que no se dan porque la puerta abierta.

Por razones serenas
Pasamos largo tiempo a puerta abierta.
Y arriesgado es besarse
Y oprimirse las manos, ni siquiera
Mirarse demasiado, ni siquiera
Callar en buena lid.

Pero en la noche
La puerta se echa encima de sí misma
Y se cierra tan ciega y claramente
Que nos sentimos ya, tú y yo, en campo abierto,
Escogiendo caricias como joyas
Ocultas en la noche con jardines
Puestos en las rodillas de los montes,
Pero solos tú y yo.

La mórbida penumbra
Enlaza nuestros cuerpos y saquea
Mi inédita ternura,
La fuerza de mis brazos que te agobian
Tan dulcemente, el gran beso insaciable
Que se bebe a sí mismo
Y en su espacio redime
Lo pequeño de ilimites distancias.

Dichosa puerta que nos acompañas,
Cerrada, en nuestra dicha. Tu obstrucción
Es la liberación de estas dos cárceles;
La escapatoria de las dos pisadas
Idénticas que saltan a la nube
De la que se regresa en la mañana.





EN UNA DE ESAS TARDES




En una de esas tardes
Sin más pintura que la de mis ojos,
Te desnudé
Y el viaje de mis manos y mis labios
Llenó todo tu cuerpo de rocío.
Aquel mundo amanecido por la tarde,
Con tantos episodios sin historias,
Fue silenciosamente abanderado
Y seguido por pueblos de ansiedades.

Entre tu ombligo y sus alrededores
Sonreían los ojos de mis labios
Y tu cadera,
Esfera en dos mitades,
Alegró los momentos de agonía
En que mi vida huyó para tu vida.

Estamos tan presentes,
Que el pasado no cuenta sin ser visto.
No somos lo escondido;
En el torrente de la vida estamos.

Tu cuerpo es lo desnudo que hay en mí
Toda el agua que va rumbo a tus cántaros.
Tu nombre, tu alegría...
Nadie lo sabe;
Ni tú misma a solas.





RECINTO




Antes que otro poema
-Del mar, de la tierra o del cielo-
Venga a ceñir mi voz, a tu esperada
Persona limitándome, corono
Más alto que la excelsa geografía
De nuestro amor, el reino ilimitado.

Y a ti, por ti y en ti vivo y adoro.
Y el silencioso beso que en tus manos
Tan dulcemente dejo,
Arrinconada mi voz,
Al sentirme tan cerca de tu vida.

Antes que otro poema
Me engarce en sus retóricas,
Yo me inclino a beber el agua fuente
De tu amor en tus manos, que no apagan
Mi sed de ti, porque tus dulces manos
Me dejan en los labios las arenas
De una divina sed.

Y así eres el desierto por
El cuádruple horizonte de las ansias
Que suscitas en mí; por el oasis
Que hay en tu corazón para mi viaje
Que en ti, por ti, y a ti voy alineando,
Con la alegría del paisaje nido
Que voltea cuadernos de sembrados.

Antes que otro poema
Tome la ciudadela a fuego ritmo,
Yo te digo, callando,
Lo que el alma en los ojos dice solo.
La mirada desnuda, sin historia,
Ya estés junto, ya lejos,
Ya tan cerca o tan lejos o cerca reprimirse
Y apoderarse en la luz de un orbe lágrima,
Allá, aquí, presente, ausente,
Por ti, a ti, y en ti, oh ser amado,
Adorada persona
Por quien -secretamente- así he cantado.





TÚ ERES MÁS MIS OJOS




Tú eres más mis ojos porque ves
Lo que en mis ojos llevo de tu vida.
Y así camino ciego de mí mismo
Iluminado por mis ojos que arden
Con el fuego de ti.
Tú eres más que mi oído porque escuchas
Lo que en mi oído llevo de tu voz.
Y así camino sordo de mí mismo
Lleno de las ternuras de tu acento.
¡La sola voz de ti!

Tú eres más que mi olfato porque hueles
Lo que mi olfato lleva de tu olor.
Y así voy ignorando el propio aroma,
Emanando tus ámbitos perfumes,
Pronto huerto de ti.

Tú eres más que mi lengua porque gustas
Lo que en mi lengua llevo de ti sólo,
Y así voy insensible a mis sabores
Saboreando el deleite de los tuyos,
Sólo sabor de ti.

Tú eres más que mi tacto porque en mí
Tu caricia acaricias y desbordas.
Y así toco en mi cuerpo la delicia
De tus manos quemadas por las mías.

Yo solamente soy el vivo espejo
De tus sentidos. La fidelidad
Del lago en la garganta del volcán.





YO LEÍA POEMAS Y TÚ ESTABAS




Yo leía poemas y tú estabas
Tan cerca de mi voz que poesía
Era nuestra unidad y el verso apenas
La pulsación remota de la carne.
Yo leía poemas de tu amor
Y la belleza de los infinitos
Instantes, la imperante sutileza
Del tiempo coronado, las imágenes
Cogidas de camino con el aire
De tu voz junto a mí,
Nos fueron envolviendo en la espiral
De una indecible y alta y flor ternura
En cuyas ondas últimas -primera-,
Tembló tu llanto humilde y silencioso
Y la pausa fue así. -¡Con qué dulzura
Besé tu rostro y te junté a mi pecho!
Nunca mis labios fueron tan sumisos,
Nunca mi corazón fue más eterno,
Nunca mi vida fue más justa y clara.
Y estuvimos así, sin una sola
Palabra que apedreara aquel silencio.

Escuchando los dos la propia música
Cuya embriaguez domina
Sin un solo ademán que algo destruya,
En una piedra excelsa de quietud
Cuya espaciosa solidez afirma
El luminoso vuelo, las inmóviles
Quietudes que en las pausas del amor
Una lágrima sola cambia el cielo
De los ojos del valle y una nube
Pone sordina al coro del paisaje
Y el alma va cayendo en el abismo
Del deleite sin fin.

Cuando vuelva a leerte esos poemas,
¿Me eclipsarás de nuevo con tu lágrima?





LA PRIMERA TRISTEZA




La primera tristeza ha llegado. Tus ojos
Fueron indiferentes a los míos. Tus manos
No estrecharon mis manos.
Yo te besé y tu rostro era la piedra seca
De las alturas vírgenes. Tus labios encerraron
En su prisión inútil mi primera amargura.
En vano tu cabeza puse en mi hombro y en vano
Besé tus ojos. Eras el oasis cruel
Que envenenó sus aguas y enloqueció a la sed.
Y se fue levantando del horizonte una
Nube. Su tez morena voló a color. De nuevo
Fue oscureciendo el tono de los días de antes.
Yo abandoné tu rostro y mis manos
Ausentaron las tuyas. Mi voz se hizo silencio.
Era el silencio horrible de los frutos podridos.
Oí que en mi garganta tropezó la derrota
Con las piedras fatales.
Yo me cubrí los ojos
Para no ver las lágrimas que huían hacia mí.
Luego tú me besaste, dijiste algo. Yo oía
Llorar mis propias lágrimas en el primer silencio
De la primera tristeza. El alma de ese día
Llegó de lejos -tu alma- y se quedó en mi pecho.





SI JUNTO A TI LAS HORAS




Si junto a ti las horas se apresuran
A quedarse en nosotros para siempre,
Hoy que tu dulce ausencia me encarcela,
La dispersión del tiempo en mis talones
Y en mis oídos y en mis ojos siento.
Yo no sé caminar sino hacia ti,
Ni escuchar otra voz que aquella noble
Voz que del vaho borde de la dicha
Vuela para decirme las palabras
Que aguzaron el agua del poema.

¡Decir tu nombre entre palabras vivas
Sin que nadie lo escuche!
Y escucharlo yo solo desde el fino
Silencio del papel, en la penumbra
Que va dejando el lápiz, en las últimas
Presencias silenciosas del poema.





¿QUÉ HARÁS?




¿Qué harás? ¿En qué momento
Tus ojos pensarán en mis caricias?
¿Y frente a cuáles cosas, de repente,
Dejarás, en silencio, una sonrisa?
Y si en la calle
Hallas mi boca triste en otra gente,
¿La seguirás?
¿Que harás si en los comercios -semejanzas-
Algo de mí encuentras?
¿Qué harás?
¿Y si en el campo un grupo de palmeras
O un grupo de palomas o uno de figuras
Vieras?
(Las estrofas brillan en sus aventuras
De desnudas imágenes primeras).

¿Y si al pasar frente a la casa abierta,
Alguien adentro grita: ¡Carlos!?
¿Habrá en tu corazón el buen latido?
¿Cómo será el acento de tu paso?

Tu carta trae el perfume predilecto.
Yo la beso y la aspiro.
En el rápido drama de un suspiro
La alcoba se encamina hacia otro aspecto.
¿Qué harás?
Los versos tienen ya los ojos fijos.
La actitud se prolonga. De las manos
Caen papel y lápiz. Infinito
Es el recuerdo. Se oyen en el campo
Las cosas de la noche. -Una vez
Te hallé en el tranvía y no me viste.
-Atravesando un bosque ambos lloramos.
-Hay dos sitios malditos en la ciudad. ¿Me diste
Tu dirección la noche del infierno?
-... Y yo creí morirme mirándote llorar.
Yo soy...
Y me sacude el viento.
¿Qué harás?





ESTA BARCA SIN REMOS ES LA MÍA




Esta barca sin remos es la mía.
Al viento, al viento, al viento solamente
Le ha entregado su rumbo, su indolente
Desolación de estéril lejanía.

Todo ha perdido ya su jerarquía.
Estoy lleno de nada y bajo el puente
Tan solo el lodazal, la malviviente
Ruina del agua y de su platería.

Todos se van o vienen. Yo me quedo
A lo que dé el perder valor y miedo.
¡Al viento, al viento, a lo que el viento quiera!

Un mar sin honra y sin piratería,
Excelsitudes de un azul cualquiera
Y esta barca sin remos que es la mía.





AL DEJAR UN ALMA




Agua crepuscular, agua sedienta,
Se te van como sílabas los pájaros tardíos.
Meciéndose en los álamos el viento te descuentan
La dicha de tus ojos bebiéndose en los míos.

Alié mi pensamiento a tus goces sombríos
Y gusté la dulzura de tus palabras lentas.
Tú alargaste crepúsculos en mis manos sedientas:
Yo devoré en el pan tus trágicos estíos.

Mis manos quedarán húmedas de tu seno.
De mis obstinaciones te quedará el veneno,
Flotante flor de angustia que bautizó el destino.

De nuestros dos silencios ha de brotar un día
El agua luminosa que dé un azul divino
Al fondo de cipreses de tu alma y de la mía.





HORAS DE JUNIO




Vuelvo a ti, soledad, agua vacía,
Agua de mis imágenes, tan muerta,
Nube de mis palabras, tan desierta,
Noche de la indecible poesía.
Por ti la misma sangre -tuya y mía-
Corre el alma de nadie siempre abierta.
Por ti la angustia es sombra de la puerta
Que no se abre de noche ni de día.

Sigo la infancia en tu prisión, y el juego
Que alterna muertes y resurrecciones
De una imagen a otra vive ciego.

Claman el viento, el Sol y el mar del viaje.
Yo devoro mis propios corazones
Y juego con los ojos del paisaje.

Junio me dio la voz, la silenciosa
Música de callar un sentimiento.
Junio se lleva ahora como el viento
Y el alma inútilmente fue gozosa.

Al año de morir todos los días
Los frutos de mi voz dijeron tanto
Y tan calladamente, que unos días
Vivieron a la sombra de aquel canto.
(Aquí la voz se quiebra y el espanto
De tanta soledad llena los días).

Hoy hace un año, junio, que nos viste,
Desconocidos, juntos, un instante.
Llévame a ese momento de diamante
Que tú en un año has vuelto perla triste.

Álzame hasta la nube que ya existe,
Líbrame de las nubes, adelante.
Haz que la nube sea el buen instante
Que hoy cumple un año, junio, que me diste.

Yo pasaré la noche junto al cielo
Para escoger la nube, la primera
Nube que salga del sueño, del cielo,
Del mar, del pensamiento, de la hora,
De la única hora que me espera
¡Nube de mis palabras, protectora!







Carlos Pellicer


DESEOS

Trópico, para qué me diste
Las manos llenas de color.
Todo lo que yo toque
Se llenará de Sol.
En las tardes sutiles de otras tierras
Pasaré con mis ruidos de vidrio tornasol.
Déjame un solo instante
Dejar de ser grito y color.
Déjame un solo instante
Cambiar de clima el corazón,
Beber la penumbra de una cosa desierta,
Inclinarme en silencio sobre un remoto balcón,
Ahondarme en el manto de pliegues finos,
Dispersarme en la orilla de una suave devoción,
Acariciar dulcemente las cabelleras lacias
Y escribir con un lápiz muy fino mi meditación.
¡Oh, dejar de ser un solo instante
El ayudante de campo del Sol!
¡Trópico, para qué me diste
Las manos llenas de color!







Carlos Pellicer


MI VOLUNTAD DE SER

Mi voluntad de ser no tiene cielo;
Sólo mira hacia abajo y sin mirada.
¿Luz de la tarde o de la madrugada?
Mi voluntad de ser no tiene cielo.

Ni la penumbra de un hermoso duelo
Ennoblece mi carne afortunada.
Vida de estatua, muerte inhabitada
Sin la jardinería de un anhelo.

Un dormir sin soñar calla y sombrea
El prodigioso imperio de mis ojos
Reducido a los grises de una aldea.

Sin la ausencia presente de un pañuelo
Se van los días en pobres manojos.
Mi voluntad de ser no tiene cielo.



















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