Juana de Ibarbourou





Juana Fernández Morales

Seudónimo: Juana de Ibarbourou

Poetisa



Cerro Largo, Melo - Uruguay
08/03/1892 - 15/07/1979





COMO LA PRIMAVERA




Como una ala negra tendí mis cabellos
Sobre tus rodillas.
Cerrando los ojos su olor aspiraste,
Diciéndome luego:
-¿Duermes sobre piedras cubiertas de musgos?
¿Con ramas de sauces te atas las trenzas?
¿Tu almohada es de trébol? ¿Las tienes tan negras
Porque acaso en ella exprimiste un zumo
Retinto y espeso de moras silvestres?
¡Qué fresca y extraña fragancia te envuelve!
Hueles a arroyuelos, a tierra y a selvas.
¿Que perfume usas? Y riendo te dije:
-¡Ninguno, ninguno!
Te amo y soy joven, huelo a primavera.
Este olor que sientes es de carne firme,
De mejillas claras y de sangre nueva.
¡Te quiero y soy joven, por eso es que tengo
Las mismas fragancias de la primavera!





TE DOY MI ALMA DESNUDA




Te doy mi alma desnuda,
Como estatua a la cual ningún cendal escuda.

Desnuda con el puro impudor
De un fruto, de una estrella o una flor;
De todas esas cosas que tienen la infinita
Serenidad de Eva antes de ser maldita.

De todas esas cosas,
Frutos, astros y rosas,
Que no sienten vergüenza del sexo sin celajes
Y a quienes nadie osara fabricarles ropajes.

Sin velos, como el cuerpo de una diosa serena
¡Que tuviera una intensa blancura de azucena!

Desnuda, y toda abierta de par en par
¡Por el ansia del amar!





SALVAJE




Bebo del agua limpia y clara del arroyo
y vago por los campos teniendo por apoyo
un gajo de algarrobo liso, fuerte y pulido
que en sus ramas sostuvo la dulzura de un nido.
Así paso los días, morena y descuidada
sobre la suave alfombra de la grama aromada,
comiendo de la carne jugosa de las fresas
o en busca de fragantes racimos de frambuesas.

Mi cuerpo está impregnado del aroma ardoroso
de los pastos maduros. Mi Cabello sombroso
esparce, al destrenzarlo, olor a sol y a heno,
a salvia, a hierbabuena y a flores de centeno.

¡Soy libre, sana, alegre, juvenil y morena,
cual si fuera la diosa del trigo y de la avena!
¡Soy casta como Diana
y huelo a hierba clara nacida en la mañana!





LA HORA




Tómame ahora que aún es temprano
Y que llevo dalias nuevas en la mano.

Tómame ahora que aun es sombría
Esta taciturna cabellera mía.

Ahora que tengo la carne olorosa
Y los ojos limpios y la piel de rosa.

Ahora que calza mi planta ligera
La sandalia viva de la primavera.

Ahora que mis labios repica la risa
Como una campana sacudida aprisa.

Después..., ¡ah, yo sé
Que ya nada de eso más tarde tendré!

Que entonces inútil será tu deseo,
Como ofrenda puesta sobre un mausoleo.

¡Tómame ahora que aún es temprano
Y que tengo rica de nardos la mano!

Hoy, y no más tarde. Antes que anochezca
Y se vuelva mustia la corola fresca.

Hoy, y no mañana. ¡Oh amante! ¿No ves
Que la enredadera crecerá ciprés?





DULCE MILAGRO




¿Que es esto? ¡Prodigio! Mis manos florecen.
Rosas, rosas, rosas a mis dedos crecen.
Mi amante besóme las manos, y en ellas,
¡Oh gracia!, brotaron rosas como estrellas.

Y voy por la senda voceando el encanto
Y de dicha alterno sonrisa con llanto
Y bajo el milagro de mi encantamiento
Se aroman de rosas las alas del viento.

Y murmura al verme la gente que pasa:
"¿No veis que está loca? Tornadla a su casa.
¡Dice que en las manos le han nacido rosas
Y las va agitando como mariposas!".

¡Ah, pobre la gente que nunca comprende
Un milagro de estos y que sólo entiende
Que no nacen rosas más que en los rosales
Y que no hay más trigo que el de los trigales!

Que requiere líneas y color y forma,
Y que sólo admite realidad por norma.
Que cuando uno dice: "Voy con la dulzura",
De inmediato buscan a la criatura.

Que me digan loca, que en celda me encierren
Que con siete llaves la puerta me cierren,
Que junto a la puerta pongan un lebrel,
Carcelero rudo, carcelero fiel.

Cantaré lo mismo: "Mis manos florecen.
Rosas, rosas, rosas a mis dedos crecen".
¡Y toda mi celda tendrá la fragancia
De un inmenso ramo de rosas de Francia





VIDA - GARFIO




Amante: no me lleves, si muero al camposanto
A flor de tierra abre mi fosa, junto al riente
Alboroto divino de alguna pajarera
O junto a la encantada charla de alguna fuente.

A flor de tierra, amante. Casi sobre la tierra,
Donde el sol me caliente los huesos, y mis ojos,
Alargados en tallos, suban a ver de nuevo
La lámpara salvaje de los ocasos rojos.

A flor de tierra, amante. Que el tránsito así sea
Más breve. Yo presiento
La lucha de mi carne por volver hacia arriba,
Por sentir en sus átomos la frescura del viento.

Yo sé que acaso nunca allá abajo mis manos
Podrán estarse quietas.
Que siempre como topos arañarán la tierra
En medio de las sombras estrujadas y prietas.

Arrójame semillas. Yo quiero que se enraícen
En la greda amarilla de mis huesos menguados.
¡Por la parda escalera de las raíces vivas
Yo subiré a mirarte en los lirios morados!





LA PROMESA




¡Todo el oro del mundo parecía
Diluido en la tarde luminosa!
Apenas un crepúsculo de rosa,
La copa de los árboles teñía.

Un imprevisto amor, mi mano unía
A tu mano, morena y temblorosa.
¡Eramos Booz y Ruth ante la hermosa
Era que circundaba la alquería!

"¿Me amarás?", murmuraste. Lenta y grave
Vibró en mis labios la promesa suave
De la dulce, la amante moabita.

Y fue como un "amén" en ese instante
El toque de oración que alzó vibrante
La rítmica campana de la ermita.





DESPECHO




¡Ah, que estoy cansada! Me he reído tanto,
Tanto, que a mis ojos ha asomado el llanto;
Tanto, que este rictus que contrae mi boca
Es un rastro extraño de mi risa loca.

Tanto, que esta intensa palidez que tengo
(Como en los retratos de viejo abolengo)
Es por la fatiga de la loca risa
Que en todo mi cuerpo su sopor desliza.

¡Ah, que estoy cansada! Déjame que duerma;
Pues, como la angustia, la alegría enferma.
¡Qué rara ocurrencia decir que estoy triste!
¿Cuándo más alegre que ahora me viste?

¡Mentira! No tengo ni dudas, ni celos,
Ni inquietud, ni angustias, ni penas, ni anhelos,
Si brilla en mis ojos la humedad del llanto,
Es por el esfuerzo de reírme tanto...





RAIZ SALVAJE




Me ha quedado clavada en los ojos
La visión de ese carro de trigo
Que cruzó rechinante y pesado
Sembrando de espigas el recto camino.

¡No pretendas ahora que ría!
¡Tú no sabes en qué hondos recuerdos
Estoy abstraída!

Desde el fondo del alma me sube
Un sabor de pitanga a los labios.
Tiene aún mi epidermis morena
No sé que fragancias de trigo emparvado.

¡Ay, quisiera llevarte conmigo
A dormir una noche en el campo
Y en tus brazos pasar hasta el día
Bajo el techo alocado de un árbol!

Soy la misma muchacha salvaje
Que hace años trajiste a tu lado.





LA HIGUERA




Porque es áspera y fea,
Porque todas sus ramas son grises,
Yo le tengo piedad a la higuera.

En mi quinta hay cien árboles bellos:
Ciruelos redondos,
Limoneros rectos
Y naranjos de brotes lustrosos.

En las primaveras,
Todos ellos se cubren de flores
En torno a la higuera.

Y la pobre parece tan triste
Con sus gajos torcidos que nunca
De apretados capullos se visten...

Por eso,
Cada vez que yo paso a su lado,
Digo, procurando
Hacer dulce y alegre mi acento:
-Es la higuera el más bello
De los árboles en el huerto.

Si ella escucha,
Si comprende el idioma en que hablo,
¡Qué dulzura tan honda hará nido
En su alma sensible de árbol!

Y tal vez a la noche,
Cuando el viento abanique su copa,
Embriagada de gozo, le cuente:
-Hoy a mí me dijeron hermosa.





EL POZO




Asiento de musgo florido
Sobre el viejo brocal derruido.
Sitio que elegimos para hablar de amor,
Bajo el enorme paraíso en flor.

¡Ay, pobre del agua que del fondo mira,
Tal vez envidiosa, quizás dolorida!
¡Tan triste la pobre, tan muda, tan quieta
Bajo esta nerviosa ramazón violeta!

-Vámonos. No quiero que el agua nos vea
Cuando me acaricies. Tal vez eso sea
Darle una tortura. ¿Quién la ama a ella?
-¡Tonta! ¡Si de noche la besa una estrella!





LA SED




Tu beso fue en mis labios
de un dulzor refrescante.
Sensación de agua viva y moras negras
me dio tu boca amante.
... Cansada me acosté sobre los pastos
con tu abrazo tendido, por apoyo.
Y me cayó tu beso entre los labios,
como un fruto maduro de la selva
o un lavado guijarro del arroyo.

... Tengo sed otra vez, amado mío.
Dame tu beso fresco tal como una
piedrezuela del río.







Juana de Ibarbourou


EL NIDO

Mi cama fue un roble
Y en sus ramas cantaban los pájaros
Mi cama fue un roble
Y mordió la tormenta sus gajos.
..... Deslizo mis manos
Por sus claros maderos pulidos,
Y pienso que acaso toco el mismo tronco
Donde estuvo aferrado algún nido.

.... Mi cama fue un roble.
Yo duermo en un árbol.
En un árbol amigo del agua,
Del sol y la brisa del cielo y el musgo,
De lagartos de ojuelos dorados
Y de las orugas, de un verde esmeralda.

.... Yo duermo en un árbol.
¡Oh, amado!, en un árbol dormimos.
Acaso por eso me parece el lecho
Esta noche, blando y hondo cual nido.

.... Y en ti me acurruco como una avecilla
Que busca el reparo de su compañero.
¡Que rezongue el viento, que gruña la lluvia!
Contigo en el nido, no sé lo que es miedo.

... ¡Qué tristeza de muerte! ¡Qué las negras de queja
Brotarían entonces! ¡Qué alas negras de queja
En lugar de las alas transparentes de abeja!







Juana de Ibarbourou


OLOR FRUTAL

Con membrillos maduros
Perfumo los armarios.
Tiene toda mi ropa
Un aroma frutal que da a mi cuerpo
Un constante sabor a primavera.
Cuando de los estantes
Pulidos y profundos
Saco un brazado blanco
De ropa íntima,
Por el cuarto se esparce
Un ambiente de huerto.

¡Parece que tuviera en mis armarios
Preso el verano!
Ese perfume es mío. Besarás mil mujeres
Jóvenes y amorosas, mas ninguna
Te dará esa impresión de amor agreste
Que yo te doy.

Por eso, en mis armarios
Guardo frutas maduras,
Y entre los pliegues de la ropa íntima
Escondo, con manojos secos de vetiver.
Membrillos redondos y pintones.

Mi piel está impregnada
De esta fragancia viva;
Besarás mil mujeres, más ninguna
Te dará esta impresión de arroyo y selva
Que yo te doy.













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