José Ángel Buesa
Poeta y compositor
Cruces - Cuba
02/09/1910 - 14/08/1982
AMOR PROHIBIDO
Solo tú y yo sabemos lo que ignora la gente
al cambiar un saludo ceremonioso y frío,
porque nadie sospecha que es falso tu desvío,
ni cuánto amor esconde mi gesto indiferente.
Solo tú y yo sabemos porqué mi boca miente,
relatando la historia de un fugaz amorío;
y tú apenas me escuchas y yo no te sonrío...
y aún nos arde en los labios algún beso reciente.
Solo tú y yo sabemos que existe una simiente
germinando en la sombra de este surco vacío,
porque su flor profunda no se ve, ni se siente.
Y así, las dos orillas, tu corazón y el mío,
pues, aunque las separa la corriente de un río,
por debajo del río se unen secretamente.
CANCIÓN A LA MUJER LEJANA
En ti recuerdo una mujer lejana,
lejana de mi amor y de mi vida.
A la vez diferente y parecida,
como el atardecer y la mañana.
En ti despierta esa mujer que duerme
con tantas semejanzas misteriosas
que muchas veces te pregunto cosas
que solo ella podría responderme.
Y te digo que es bella, porque es bella,
pero no se decir, cuando lo digo,
si pienso en ella porque estoy contigo
o estoy contigo por pensar en ella.
Y sin embargo si el azar mañana
me enfrenta con ella de repente
no seguiría a la mujer ausente
por retener a la mujer cercana.
Y sin amarte mas, pero tampoco
sin separar tu mano de la mía,
al verla simplemente te diría:
"Esa mujer se te parece un poco".
CANCIÓN DE LA NOCHE SOLA
Fue mía una noche. Llegó de repente,
y huyó como el viento, repentinamente.
Alumna curiosa que aprendió el placer,
fue mía una noche. No la he vuelto a ver.
Fue la noche sola de una sola estrella.
Si miro las nubes, después pienso en ella.
Mi amor no la busca; mi amor no la llama;
la flor desprendida no vuelve a la rama,
y las ilusiones son como un espejo
que cuando se empaña pierde su reflejo.
Fue mía una noche, locamente mía:
me quema los labios su sed todavía.
Bella como pocas, nunca fue más bella
que soñando el sueño de la noche aquella.
Su amor de una noche sigue siendo mío:
la corriente pasa, pero queda el río;
y si ella es la estrella de una noche sola,
yo he sido en su playa la primera ola.
Amor de una noche que ignoró el hastío.
Somos las distantes orillas de un río,
entre las que cruza la corriente clara,
y el agua las une, pero las separa.
Amor de una noche: si vuelves un día,
ya no he de sentirte tan loca y tan mía.
Más que la tortura de una herida abierta,
mi amor ama el viento que cierra una puerta.
El amor florece tierra movediza,
y es ley de la llama trocarse en cenizas.
El amor que vuelve, siempre vuelve en vano,
así como un ciego que tiende la mano.
Amor de una noche sin amanecer:
¡acaso prefiero no volverte a ver!
POEMA DE LA DESPEDIDA
Te digo adiós, y acaso te quiero todavía.
Quizá no he de olvidarte, pero te digo adiós.
No sé si me quisiste... No sé si te quería...
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.
Este cariño triste, y apasionado, y loco,
me lo sembré en el alma para quererte a ti.
No sé si te amé mucho... no sé si te amé poco;
pero sí sé que nunca volveré a amar así.
Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo,
y el corazón me dice que no te olvidaré;
pero, al quedarme solo, sabiendo que te pierdo,
tal vez empiezo a amarte como jamás te amé.
Te digo adiós, y acaso, con esta despedida,
mi más hermoso sueño muere dentro de mí...
Pero te digo adiós, para toda la vida,
aunque toda la vida siga pensando en ti.
POEMA DE LA CULPA
Yo la amé, y era de otro, que también la quería.
Perdónala Señor, porque la culpa es mía.
Después de haber besado sus cabellos de trigo,
nada importa la culpa, pues no importa el castigo.
Fue un pecado quererla, Señor, y sin embargo
mis labios están dulces por ese amor amargo.
Ella fue como un agua callada que corría ...
Si es culpa tener sed, toda la culpa es mía.
Perdónala Señor, tu que le diste a ella
su frescura de lluvia y su esplendor de estrella.
Su alma era transparente como un vaso vacío:
Yo lo llené de amor. Todo el pecado es mío.
Pero, ¿cómo no amarla, si tu hiciste que fuera
turbadora y fragante como la primavera?
¿Cómo no haberla amado, si era como el rocío
sobre la yerba seca y ávida del estío?
Traté de rechazarla, Señor, inútilmente,
como un surco que intenta rechazar la simiente.
Era de otro. Era de otro que no la merecía,
y por eso, en sus brazos, seguía siendo mía.
Era de otro, Señor, pero hay cosas sin dueño:
Las rosas y los ríos, y el amor y el ensueño.
Y ella me dio su amor como se da una rosa
como quien lo da todo, dando tan poca cosa...
Una embriaguez extraña nos venció poco a poco:
Ella no fue culpable, Señor ... ni yo tampoco!
La culpa es toda tuya, porque la hiciste bella
y me diste los ojos para mirarla a ella.
Sí, nuestra culpa es tuya; sí, es una culpa amar,
sí, es culpa de un río cuando corre hacia el mar.
Es tan bella, Señor, y es tan suave, y tan clara,
que sería pecado mayor si no la amara.
Y por eso, perdóname Señor, porque es tan bella,
que Tú, que hiciste el agua, y la flor, y la estrella,
Tú, que oyes el lamento de este dolor sin nombre,
Tú también la amarías, ¡si pudieras ser hombre!
AMOR INSATISFECHO
Mi corazón se siente satisfecho
de haberte amado y nunca poseído;
así tu amor se salva del olvido
igual que mi ternura del despecho.
Jamás te vi desnuda sobre el lecho,
ni oí tu voz muriéndose en mi oído;
así ese bien fugaz no ha convertido
un ancho amor en un placer estrecho.
Cuanto el deleite suma a lo vivido
acrecentado se lo resta el pecho,
pues la ilusión se va por el sentido.
Y en ese hacer y deshacer lo hecho,
sólo un amor se salva del olvido,
y es el amor que queda insatisfecho.
CANCIÓN DEL AMOR LEJANO
Ella no fue entre todas, la más bella,
pero me dio el amor más hondo y largo.
Otras me amaron más, y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.
Acaso fue porque la amé de lejos,
como una estrella desde mi ventana...
Y la estrella que brilla más lejana
nos parece que tiene mas reflejos.
Tuve su amor como una cosa ajena
como una playa cada vez más sola,
que únicamente guarda de la ola
una humedad de sal sobre la arena.
Ella estuvo en mis brazos sin ser mía,
como el agua en un cántaro sediento,
como un perfume que se fue en el viento
y que vuelve en el viento todavía.
Me penetró su sed insatisfecha
como un arado sobre la llanura,
abriendo en su fugaz desgarradura
la esperanza feliz de la cosecha.
Ella fue lo cercano en lo remoto,
pero llenaba todo lo vacío,
como el viento en las velas del navío,
como la luz en el espejo roto.
Por eso aún pienso en la mujer aquella,
la que me dio el amor más hondo y largo...
Nunca fue mía. No era la más bella.
Otras me amaron más ... Y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.
TE ACORDÁS
Te acordarás un día de aquel amante extraño
que te beso en la frente para no hacerte daño.
Aquel que iba en la sombra con la mano vacía,
porque te quiso tanto que no te lo decía.
Aquel amante loco que era como un amigo
y que se fue con otra para soñar contigo
Te acordarás un día de aquel extraño amante,
profesor de horas lentas, con alma de estudiante.
Aquel hombre lejano que volvió del olvido
solo para quererte como nadie ha querido.
Aquel que fue ceniza de todas las hogueras
y te cubrió de rosas sin que tu lo supieras.
Te acordarás un día del hombre indiferente
que en las tardes de lluvia te besaba en la frente,
Viajero silencioso de las noches de estío
que sembraba en la arena su corazón tardío.
Te acordarás un día de aquel hombre lejano,
del que más te ha querido porque te quiso en vano.
Quizás así de pronto te acordarás un día
de aquel hombre que a veces callaba y sonreía.
Tu rosal preferido se secará en el huerto
como para decirte que aquel hombre se ha muerto.
El andará en la sombra con su sonrisa triste
y únicamente entonces sabrás que lo quisiste.
POEMA DEL LOCO AMOR
I
No, nada llega tarde, porque todas las cosas
tienen su tiempo justo, como el trigo y las rosas;
sólo que, a diferencia de la espiga y la flor,
cualquier tiempo es el tiempo de que llegue el amor.
No, Amor no llega tarde. Tu corazón y el mío
saben secretamente que no hay amor tardío.
Amor, a cualquier hora, cuando toca a una puerta,
la toca desde adentro, porque ya estaba abierta.
Y hay un amor valiente y hay un amor cobarde,
pero, de cualquier modo, ninguno llega tarde.
II
Amor, el niño loco de la loca sonrisa,
viene con pasos lentos igual que viene a prisa;
pero nadie está a salvo, nadie, si el niño loco
lanza al azar su flecha, por divertirse un poco.
Así ocurre que un niño travieso se divierte,
y un hombre, un hombre triste, queda herido de muerte.
Y más, cuando la flecha se le encona en la herida,
porque lleva el veneno de una ilusión prohibida.
Y el hombre arde en su llama de pasión, y arde, y arde
Y ni siquiera entonces el amor llega tarde.
III
No, yo no diré nunca qué noche de verano
me estremeció la fiebre de tu mano en mi mano.
No diré que esa noche que sólo a ti te digo,
se me encendió en la sangre lo que soñé contigo.
No, no diré esas cosas, y, todavía menos,
la delicia culpable de contemplar tus senos.
Y no diré tampoco lo que vi en tu mirada,
que era como la llave de una puerta cerrada.
Nada más. No era el tiempo de la espiga y la flor,
y ni siquiera entonces llegó tarde el amor.
AMOR TARDÍO
Tardíamente, en el jardín sombrío,
tardíamente entró una mariposa,
transfigurando en alba milagrosa
el deprimente anochecer de estío.
Y, sedienta de miel y de rocío,
tardíamente en el rosal se posa,
pues ya se deshojó la última rosa
con la primera ráfaga de frío.
Y yo, que voy andando hacia el poniente,
siento llegar maravillosamente,
como esa mariposa, una ilusión;
pero en mi otoño de melancolía,
mariposa de amor, al fin del día,
qué tarde llegas a mi corazón...
CREPÚSCULO
Hora de soledad y de melancolía,
en que casi es de noche y casi no es de día.
Hora para que vuelva todo lo que se fue
hora para estar triste, sin preguntar por qué.
Todo empieza a morir cuando nace el olvido.
Y es tan dulce buscar lo que no se ha perdido...
¡Y es tan agria esta angustia terriblemente cierta
de un gran amor dormido que de pronto despierta!
Viendo pasar las nubes se comprende mejor
que así como ellas cambian, va cambiando el amor,
y aunque decimos: ¡Todo se olvida, todo pasa...!
en las cenizas, a veces nos sorprende una brasa.
Porque es triste creer que se secó una fuente,
y que otro bebe el agua que brota nuevamente:
o una estrella apagada que vuelve a ser estrella,
y ver que hay otros ojos que están fijos en ella.
Decimos: ¡Todo pasa, porque todo se olvida...!
y el recuerdo entristece lo mejor de la vida.
Apenas ha durado para amarte y perderte
este amor que debía durar hasta la muerte.
Fugaz como el contorno de una nube remota,
tu amor nace en la espiga muriendo en la gaviota.
Tu amor, cuando era mío, no me pertenecía.
Hoy, aunque vas con otro, quizás eres mas mía.
Tu amor es como el viento que cruza de repente:
Ni se ve, ni se toca, pero existe y se siente.
Tu amor es como un árbol que renunció a su altura,
pero cuyas raíces abarcan la llanura.
Tu amor me negó siempre lo poco que pedí,
y hoy me da esta alegría de estar triste por ti.
Y, aunque creí olvidarte, pienso en ti todavía,
cuando, aun sin ser de noche, deja de ser de día.
LA SED INSACIABLE
Decir adiós... La vida es eso.
Y yo te digo adiós, y sigo...
Volver a amar es el castigo
de los que amaron con exceso.
Amar y amar toda la vida,
y arder y arder en esa llama.
Y no saber por qué se ama...
Y no saber por qué se olvida...
Coger las rosas una a una,
beber un vino y otro vino,
y andar y andar por un camino
que no conduce a parte alguna.
Sentir más sed en cada fuente
y ver más sombra en cada abismo,
en este amor que es siempre el mismo,
pero que siempre es diferente.
Porque en el sordo desacuerdo
de lo soñado y lo vivido,
siempre, del fondo del olvido,
nace la muerte de un recuerdo.
Y en esta angustia que no cesa,
que toca el alma y no la toca,
besar la sombra de otra boca
en cada boca que se besa...
José Ángel Buesa
CARTA A USTED
Según dicen, ya usted tiene otro amante.
Lástima que la prisa nunca sea elegante.
Yo sé que no es frecuente que una mujer hermosa,
se resigne a ser viuda, sin haber sido esposa.
Y me parece injusto discutirle el derecho
de compartir sus penas sus goces y su lecho.
Pero el amor señora, cuando llega el olvido,
también tiene el derecho, de un final distinguido.
Perdón... Si es que la hiere mi reproche... Perdón
aunque sé que la herida no es en el corazón.
Y para perdonarme... Piense si hay más despecho
que en lo que yo le digo, que en lo que usted ha hecho.
Pues sepa que una dama, con la espalda desnuda
sin luto, en una fiesta, puede ser una viuda.
Pero no como tantas de un difunto señor,
sino para ella sola, viuda de un gran amor.
Y nuestro amor recuerdo, fue un amor diferente,
al menos al principio, ya no, naturalmente.
Usted será el crepúsculo a la orilla del mar,
que según quien lo mire será hermoso o vulgar.
Usted será la flor que según quien la corta,
es algo que no muere o algo que no importa.
O acaso cierta noche de amor y de locura
yo vivía un ensueño y... y usted una aventura.
Sí... usted juró cien veces, ser para siempre mía
yo besaba sus labios pero no lo creía.
Usted sabe y perdóneme, que en ese juramento,
influye demasiado la dirección del viento.
Por eso no me extraña que ya tenga otro amante,
a quien quizás, le jure lo mismo, en este instante.
Y como usted señora, ya aprendió a ser infiel,
a mí así de repente, me da pena por él.
Sí, es cierto... alguna noche su puerta estuvo abierta
y yo en otra ventana me olvidé de su puerta.
O una tarde de lluvia se iluminó mi vida,
mirándome en los ojos de una desconocida.
Y también es posible, que mi amor indolente
desdeñara su vaso bebiendo en la corriente.
Sin embargo señora... Yo con sed o sin sed,
nunca pensaba en otra... si la besaba a usted.
Perdóneme de nuevo si le digo estas cosas;
pero ni los rosales dan solamente rosas.
Y no digo estas cosas, por usted, ni por mí,
sino por... por los amores que terminan así.
Pero vea señora... que diferencia había;
entre usted que lloraba... y yo que sonreía.
Pues nuestro amor concluye con finales diversos
usted besando a otro... Yo escribiendo estos versos.
CARTA SIN FECHA
Amigo: sé que existes, pero ignoro tu nombre.
No lo he sabido nunca ni lo quiero saber.
Pero te llamo amigo para hablar de hombre a hombre,
que es el único modo de hablar de una mujer.
Esa mujer es tuya, pero también es mía.
Si es más mía que tuya, lo saben ella y Dios.
Sólo sé que hoy me quiere como ayer te quería,
aunque quizá mañana nos olvide a los dos.
Ya ves, ahora es de noche. Yo te llamo mi amigo;
yo, que aprendí a estar solo para quererla más;
y ella, en tu propia almohada, tal vez sueña conmigo;
y tú, que no lo sabes, no la despertarás.
¡Qué importa lo que sueña! Déjala así, dormida.
Yo seré como un sueño sin mañana ni ayer.
Y ella irá de tu brazo para toda la vida,
y abrirá las ventanas en el atardecer.
Quédate tú con ella. Yo seguiré el camino.
Ya es tarde, tengo prisa, y aún hay mucho que andar,
y nunca rompo el vaso donde bebí un buen vino,
ni siembro nada, nunca, cuando voy hacia el mar.
Y pasarán los años favorables o adversos,
y nacerán las rosas que nacen porque sí;
y acaso tú, algún día, leerás estos versos,
sin saber que los hice por ella y para ti...
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