Gabriela Mistral





Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga

Poetiza, Diplomática, Pedagoga



Vicuña - Chile
07/04/1889 - 10/01/1957





BESOS




Hay besos que pronuncian por sí solos
La sentencia de amor condenatoria,
Hay besos que se dan con la mirada
Hay besos que se dan con la memoria.

Hay besos silenciosos, besos nobles
Hay besos enigmáticos, sinceros
Hay besos que se dan sólo las almas
Hay besos por prohibidos, verdaderos.

Hay besos que calcinan y que hieren,
Hay besos que arrebatan los sentidos,
Hay besos misteriosos que han dejado
Mil sueños errantes y perdidos.

Hay besos problemáticos que encierran
Una clave que nadie ha descifrado,
Hay besos que engendran la tragedia
Cuántas rosas en broche han deshojado.

Hay besos perfumados, besos tibios
Que palpitan en íntimos anhelos,
Hay besos que en los labios dejan huellas
Como un campo de sol entre dos hielos.

Hay besos que parecen azucenas
Por sublimes, ingenuos y por puros,
Hay besos traicioneros y cobardes,
Hay besos maldecidos y perjuros.

Judas besa a Jesús y deja impresa
En su rostro de Dios la felonía,
Mientras la Magdalena con sus besos
Fortifica piadosa su agonía.

Desde entonces en los besos palpitan
El amor, la traición y los dolores,
En las bodas humanas se parecen
A la brisa que juega con las flores.

Hay besos que producen desvaríos
De amorosa pasión ardiente y loca,
Tú los conoces bien, son besos míos
Inventados por mí para tu boca.

Besos de llama que en rastro impreso
Llevan los surcos de un amor vedado,
Besos de tempestad, salvajes besos
Que sólo nuestros labios han probado.

¿Te acuerdas del primero...? Indefinible;
Cubrió tu faz de cárdenos sonrojos
Y en los espasmos de emoción terrible,
Llenaronse de lágrimas tus ojos.

¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso
Te vi celoso imaginando agravios,
Te suspendí en mis brazos... vibró un beso,
Y qué viste después? Sangre en mis labios.

Yo te enseñe a besar: los besos fríos
Son de impasible corazón de roca,
Yo te enseñé a besar con besos míos
Inventados por mí para tu boca.





RIQUEZA




Tengo la dicha fiel
y la dicha perdida:
la una como rosa,
la otra como espina.
De lo que me robaron
no fui desposeída:
tengo la dicha fiel
y la dicha perdida,
y estoy rica de púrpura
y de melancolía.
¡Ay, qué amante es la rosa
y qué amada la espina!
Como el doble contorno
de dos frutas mellizas,
tengo la dicha fiel
y la dicha perdida....





DAME LA MANO




Dame la mano y danzaremos;
Dame la mano y me amarás.
Como una sola flor seremos,
Como una flor, y nada más.

El mismo verso cantaremos,
Al mismo paso bailarás.
Como una espiga ondularemos,
Como una espiga, y nada más.

Te llamas Rosa y yo Esperanza;
Pero tu nombre olvidarás,
Porque seremos una danza
En la colina, y nada más.





EL AMOR QUE CALLA




Si yo te odiara, mi odio te daría
En las palabras, rotundo y seguro;
¡Pero te amo y mi amor no se confía
A este hablar de los hombres tan oscuro!

Tú lo quisieras vuelto un alarido,
Y viene de tan hondo que ha deshecho
Su quemante raudal, desfallecido,
Antes de la garganta, antes del pecho.

Estoy lo mismo que estanque colmado
Y te parezco un surtidor inerte.
¡Todo por mi callar atribulado
Que es más atroz que entrar en la muerte!





VERGÜENZA




Si tú me miras, yo me vuelvo hermosa
Como la hierba a que bajó el rocío,
Y desconocerán mi faz gloriosa
Las altas cañas cuando baje el río.

Tengo vergüenza de mi boca triste,
De mi voz rota y mis rodillas rudas.
Ahora que me miraste y que viniste,
Me encontré pobre y me palpé desnuda.

Ninguna piedra en el camino hallaste
Más desnuda de luz en la alborada
Que esta mujer a la que levantaste,
Porque oíste su canto, la mirada.

Yo callaré para que no conozcan,
Mi dicha los que pasan por el llano,
En el fulgor que da a mi frente tosca
Y en la tremolación que hay en mi mano...

Es noche y baja a la hierba el rocío;
Mírame largo y habla con ternura,
¡Que mañana al descender al río
La que besaste llevará hermosura!





DESVELADA




Como soy reina y fui mendiga, ahora
vivo en puro temblor de que me dejes,
y te pregunto, pálida, a cada hora:
«¿Estás conmigo aún? ¡Ay, no te alejes!»

Quisiera hacer las marchas sonriendo
y confiando ahora que has venido;
pero hasta en el dormir estoy temiendo
y pregunto entre sueños: «¿No te has ido?»





ADIÓS




En costa lejana
Y en mar de pasión,
Dijimos adióses
Sin decir adiós.
Y no fue verdad
La alucinación.
Ni tú la creíste
Ni la creo yo,
"Y es cierto y no es cierto"
Como en la canción.
Que yendo hacia el sur
Diciendo iba yo:
"Vamos hacia el mar
Que devora al sol".
Y yendo hacia el norte
Decía tu voz:
"Vamos a ver juntos
Dónde se hace el sol".
Ni por juego digas
O exageración
Que nos separaron
Tierra y mar, que son
Ella sueño y él
Alucinación.
No te digas solo
Ni pida tu voz
Albergue para uno
Al albergador.
Echarás la sombra
Que siempre se echó,
Morderás la duna
Con paso de dos...
Para que ninguno,
Ni hombre ni dios,
Nos llame partidos
Como luna y sol;
Para que ni roca
Ni viento herrador,
Ni río con vado
Ni árbol sombreador,
Aprendan y digan
Mentira o error
Del sur y del norte,
Del uno y del dos.





YO CANTO LO QUE TU AMABAS




Yo canto lo que tú amabas, vida mía,
Por si te acercas y escuchas, vida mía,
Por si te acuerdas del mundo que viviste,
Al atardecer yo canto, sombra mía.

Yo no quiero enmudecer, vida mía.
¿Cómo sin mi grito fiel me hallarías?
¿Cuál señal, cuál, me declara, vida mía?

Soy la misma que fue tuya, vida mía.
Ni lenta ni trascordada ni perdida.
Acude al anochecer, vida mía;
Ven recordando un canto, vida mía,
Si la canción reconoces de aprendida
Y si mi nombre recuerdas todavía.

Te espero sin plazo ni tiempo.
No temas noche, neblina ni aguacero.
Acude con sendero o sin sendero.
Llámame a donde tú eres, alma mía,
Y marcha recto hacia mí, compañero.





AUSENCIA




Se va de ti mi cuerpo gota a gota.
Se va mi cara en un óleo sordo;
se van mis manos en azogue suelto;
se van mis pies en dos tiempos de polvo.

¡Se te va todo, se nos va todo!
Se va mi voz, que te hacía campana
cerrada a cuanto no somos nosotros.

Se van mis gestos que se devanaban,
en lanzaderas, debajo tus ojos.

Y se te va la mirada que entrega,
cuando te mira, el enebro y el olmo.

Me voy de ti con tus mismos alientos:
como humedad de tu cuerpo evaporo.

Me voy de ti con vigilia y con sueño,
y en tu recuerdo más fiel ya me borro.

Y en tu memoria me vuelvo como esos
que no nacieron ni en llanos ni en sotos.

Sangre sería y me fuese en las palmas
de tu labor, y en tu boca de mosto.

Tu entraña fuese, y sería quemada
en marchas tuyas que nunca más oigo,
¡y en tu pasión que retumba en la noche
como demencia de mares solos!
¡Se nos va todo, se nos va todo!





BALADA




El pasó con otra;
yo lo vi pasar.
Siempre dulce el viento
y el camino en paz.
¡Y estos ojos míseros
le vieron pasar!

El va amando a otra
por la tierra en flor.
Ha abierto el espino;
pasa una canción.

¡Y el va amando a otra
por la tierra en flor!
El beso a la otra
a orillas del mar;

resbaló en las olas
de luna de azahar.
¡Y no untó mi sangre
la extensión del mar!

El irá con otra por la eternidad.
Habrá cielos dulces.
(Dios quiere callar).

¡Y el irá con otra por la eternidad!





EL ENCUENTRO




Le he encontrado en el sendero.
No turbó su ensueño el agua
ni se abrieron más las rosas;
abrió el asombro mi alma.
¡Y una pobre mujer tiene
su cara llena de lágrimas!

Llevaba un canto ligero
en la boca descuidada,
y al mirarme se le ha vuelto
grave el canto que entonaba.
Miré la senda, la hallé
extraña y como soñada.
¡Y en el alba de diamante
tuve mi cara con lágrimas!

Siguió su marcha cantando
y se llevó mis miradas…
Detrás de él no fueron más
azules y altas las salvias.
¡No importa! Quedó en el aire
estremecida mi alma.
¡Y aunque ninguno me ha herido
tengo la cara con lágrimas!

Esta noche no ha velado
como yo junto a la lámpara;
como él ignora, no punza
su pecho de nardo mi ansia;
pero tal vez por su sueño
pase un olor de retamas,
¡porque una pobre mujer
tiene su cara con lágrimas!

Iba sola y no temía;
con hambre y sed no lloraba;
desde que lo vi cruzar,
mi Dios me vistió de llagas.
Mi madre en su lecho reza
por mí su oración confiada.
Pero ¡yo tal vez por siempre
tendré mi cara con lágrimas!





EL RUEGO




Señor, tú sabes cómo, con encendido brío,
por los seres extraños mi palabra te invoca.
Vengo ahora a pedirte por uno que era mío,
mi vaso de frescura, el panal de mi boca,

cal de mis huesos, dulce razón de la jornada,
gorjeo de mi oído, ceñidor de mi veste.
Me cuido hasta de aquellos en que no puse nada;
¡no tengas ojo torvo si te pido por éste!

Te digo que era bueno, te digo que tenía
el corazón entero a flor de pecho, que era
suave de índole, franco como la luz del día,
henchido de milagro como la primavera.

Me replicas, severo, que es de plegaria indigno
el que no untó de preces sus dos labios febriles,
y se fue aquella tarde sin esperar tu signo,
trazándose las sienes como vasos sutiles.

Pero yo, mi Señor, te arguyo que he tocado,
de la misma manera que el nardo de su frente,
todo su corazón dulce y atormentado
¡y tenía la seda del capullo naciente!

¿Que fue cruel? Olvidas, Señor, que le quería,
Y él sabía suya la entraña que llagaba.
¿Que enturbió para siempre mis linfas de alegría?
¡No importa! Tú comprende: ¡yo le amaba, le amaba!

Y amar (bien sabes de eso) es amargo ejercicio;
un mantener los párpados de lágrimas mojados,
un refrescar de besos las trenzas del cilicio
conservando, bajo ellas, los ojos extasiados.

El hierro que taladra tiene un gustoso frío,
cuando abre, cual gavillas, las carnes amorosas.
Y la cruz (Tú te acuerdas ¡oh Rey de los judíos!)
se lleva con blandura, como un gajo de rosas.

Aquí me estoy, Señor, con la cara caída
sobre el polvo, parlándote un crepúsculo entero,
o todos los crepúsculos a que alcance la vida,
si tardas en decirme la palabra que espero.

Fatigaré tu oído de preces y sollozos,
lamiendo, lebrel tímido, los bordes de tu manto,
y ni pueden huirme tus ojos amorosos
ni esquivar tu pie el riego caliente de mi llanto.

¡Di el perdón, dilo al fin! Va a esparcir en el viento
la palabra el perfume, de cien pomos de olores
al vaciarse; toda agua será deslumbramiento;
el yermo echará flor y el guijarro esplendores.

Se mojarán los ojos oscuros de las fieras,
y, comprendiendo, el monte que de piedra forjaste
llorará por los párpados blancos de sus neveras:
¡toda la tierra tuya sabrá que perdonaste!







Gabriela Mistral


COSAS

Amo las cosas que nunca tuve
con las otras que ya no tengo:

Yo toco un agua silenciosa,
parada en pastos friolentos,
que sin un viento tiritaba
en el huerto que era mi huerto.

La miro como la miraba;
me da un extraño pensamiento,
y juego, lenta, con esa agua
como con pez o con misterio.

Pienso en umbral donde dejé
pasos alegres que ya no llevo,
y en el umbral veo una llaga
llena de musgo y de silencio.

Yo busco un verso que he perdido,
que a los siete años me dijeron.
Fue una mujer haciendo el pan
y yo su santa boca veo.

Viene un aroma roto en ráfagas;
soy muy dichosa si lo siento;
de tan delgado no es aroma,
siendo el olor de los almendros.

Me vuelve niños los sentidos;
le busco un nombre y no lo acierto,
y huelo el aire y los lugares
buscando almendros que no encuentro.

Un río suena siempre cerca.
Ha cuarenta años que lo siento.
Es canturía de mi sangre
o bien un ritmo que me dieron.

O el río Elqui de mi infancia
que me repecho y me vadeo.
Nunca lo pierdo; pecho a pecho,
como dos niños nos tenemos.

Cuando sueño la Cordillera,
camino por desfiladeros,
y voy oyéndoles, sin tregua
un silbo casi juramento.

Veo al remate del Pacífico
amoratado mi archipiélago,
y de una isla me ha quedado
un olor acre de alción muerto...

Un dorso, un dorso grave y dulce,
remata el sueño que yo sueño.
Es al final de mi camino
y me descanso cuando llego.

Es tronco muerto o es mi padre,
el vago dorso ceniciento.
Yo no pregunto, no lo turbo.
Me tiendo junto, callo y duermo.

Amo a una piedra de Oaxaca
o Guatemala, a que me acerco,
roja y fija como mi cara
y cuya grieta da un aliento.

Al dormirme queda desnuda;
no sé por qué yo la volteo.
Y tal vez nunca la he tenido
y es mi sepulcro lo que veo...







Gabriela Mistral


MIS LIBROS

Libros, callados libros de las estanterías,
vivos en su silencio, ardientes en su calma;
libros, los que consuelan, terciopelos del alma,
y que siendo tan tristes nos hacen la alegría!

Mis manos en el día de afanes se rindieron;
pero al llegar la noche los buscaron, amantes,
en el hueco del muro donde como semblantes
me miran confortándome aquellos que vivieron.

¡Biblia, mi noble Biblia, panorama estupendo,
en donde se quedaron mis ojos largamente,
tienes sobre los Salmos las lavas más ardientes
y en su río de fuego mi corazón enciendo!

Sustentaste a mis gentes con tu robusto vino
y los erguiste recios en medio de los hombres,
y a mí me yergue de ímpetu sólo el decir tu nombre;
porque de ti yo vengo, he quebrado al Destino.

Después de ti, tan sólo me traspasó los huesos
con su ancho alarido, el sumo Florentino.
A su voz todavía como un junco me inclino;
por su rojez de infierno, fantástica, atravieso.

Y para refrescar en musgos con rocío
la boca, requemada en las llamas dantescas,
busqué las Florecillas de Asís, las siempre frescas.
¡Y en esas felpas dulces se quedó el pecho mío!

Yo vi a Francisco, a Aquel fino como las rosas,
pasar por su campiña más leve que un aliento,
besando el lirio abierto y el pecho purulento,
por besar al Señor que duerme entre las cosas.

¡Poema de Mistral, olor a surco abierto
que huele en las mañanas, yo te aspiré embriagada!
Vi a Mireya exprimir la fruta ensangrentada
del amor, y correr por el atroz desierto.

Te recuerdo también, deshecha de dulzuras,
verso de Amado Nervo, con pecho de paloma,
que me hiciste más suave la línea de la loma,
cuando yo te leía en mis mañanas puras.

Nobles libros antiguos, de hojas amarillentas,
sois labios no rendidos de endulzar a los tristes,
sois la vieja amargura que nuevo manto viste:
¡desde Job hasta Kempis la misma voz doliente!

Los que cual Cristo hicieron la Vía-Dolorosa,
apretaron el verso contra su roja herida,
y es lienzo de Verónica la estrofa dolorida;
¡todo libro es purpúreo como sangrienta rosa!

¡Os amo, os amo, bocas de los poetas idos,
que deshechas en polvo me seguís consolando,
y que al llegar la noche estáis conmigo hablando,
junto a la dulce lámpara, con dulzor de gemidos!

De la página abierta aparto la mirada
¡oh muertos! y mi ensueño va tejiéndoos semblantes:
las pupilas febriles, los labios anhelantes
que lentos se deshacen en la tierra apretada.



















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